Vamos hacía atrás en el tiempo : pensemos en Antígona luchando por dar sepultura al cuerpo de Polinices, su hermano muerto, a quien Creonte le niega sepultura. Llanto, lo comerán las aves rapaces…Tantos siglos, y acá tenemos nuestras Antígonas/Madres, los amigos que traen una y otra vez los nombres de los ausentes, porque si hay ágrafas leyes de los dioses, los poetas tomarán una astilla de viento y harán volar su palabra/memoria.
A Juan, Antonio y Mary
hacia la noche a chicas como yo y a los muchachos.
Los escucho reír en la vereda, bajo esta ventana pequeña.
Es noche de sábado y los hermanos cocinan puchero
de falda y de quijada. Sé que otros se han escondido
en el Tigre, en
mandan señas, flores sobre la falda, desde Oslo,
Gotinga o Amsterdam. Yo vivo tras este ojo de buey,
con la quijada contra el marco, mirando a las chicas
y muchachos que cruzan la avenida. Es también sábado
en la pieza del hotel, sobre los techos de esta casa
de citas, junto a la comisaría, donde alquilan
los camioneros sus siestas de amor con los colimbas
o las mujeres de
de esta raja de luz, bajo el ala de unos gallegos venidos
de Inriville, espero que pasen los meses o los años.
García quiere decir Smith y el más común de los mortales
se llama Juan. Sube cada mañana la precaria escalera
con su manojo de llaves y comida y como una lonja
de sol me abre paso entre putas, milicos y viajantes.
De : Sueño americano (María Teresa Andruetto. Caballo negro editora, 2009)
Sobre el Río de
Fui luna
cuando el lago
era sombra.
Destilé plateadas lágrimas
sobre tumbas oscuras.
Los huesos
hoy son néctar
del río correntoso.
Fui luz
sobre cadáveres
sin nombres.
Imploré memoria
y quedé sin cielo.
Hoy bebo
a mis muertos.
Avergüenza mi sed.
Como una rosa silvestre en el abismo por Alejandro Schmidt (Córdoba)
¿No había una inmensa vitalidad acaso
ansias
fervor de respirar
o hundirse?
¿No decíamos
(en voz baja pero tan intensa)
-armó las valijas
y después midió
los cielos del umbral o el olvido…
aquellos duermen
otros vendrán mañana
o esta noche
o cuando estés caminando
casi distraído-?
No están ni vivos ni muertos
¿Son persistentes
los encantos del saber ahogado?
Hasta en la sangre del ventarrón
se hallaban lobos, mártires y espías
confusos delatores
gasas de silencio
la tortura naciendo
como una rosa silvestre
en el abismo
ah, la inspiración
de lo cruel
las madres locas
los hijos santos
los oscuros principados
del exilio
y esta especie de celebración
ahora
en donde la agonía
recibe sus corderos
complacida por la banalidad
sí,
fueron tiempos
sublimes
sin duda
VOLVERAN.
de su libro : Videla
y comprometidos manifestáramos
y repartiéramos flores
con el tomo segundo
de las obras completas
de Lenin
mientras nos reprimían
lo desnuqué a uno de los humillados
policías:
la letra, así
con desnucamiento
no entra.
cauteriza un instante de tristeza
la perdida de un dios
en el ritmo del océano.
El ritual de un oficio
fermentado destino de
un cuerpo olvidado;
de tu nombre frágil
trémulo, se revela
como fiera subterránea.
la ciudad en blanco.
No quieren que opine.
Laburantes obligados
tapan sus verdades.
Saben lo que tapan.
El apellido del prisionero,
el nombre del muerto:
Todos compañeros.
Ciudad blanca,
eres para nosotros
cuaderno nuevo:
Te estrenaremos.
Jorge Falcone, poeta, es hermano de Claudia Falcone . desaparecida en
mordaza de los vivos y los muertos,
que el tiempo es un telón de puro plomo
capaz de detener toda memoria.
Pero brotan del fondo de la tierra,
o del lecho del mar,
o del reclamo
las voces, los gemidos, los clamores,
la presencia, los nombres, lo vivido,
la sangre persistente, las verdades
y la blanca virtud de la justicia.
Creyeron que la muerte era el silencio,
un desierto de huesos acallados,
un puñado de polvo que se olvida,
un grito sepultado en cualquier pozo
una boca sellada por el barro
con que el arma homicida se solaza.
Más la blanca virtud de la justicia
no ha dormido ni duerme; se olvidaron.
Creyeron que la vida era un detalle
y la ausencia un dolor perecedero,
que el afán y el deseo se mutilan
a golpes de terror, sangre y tortura.
Decidieron que Dios vista uniforme
de milico, de obispo o policía
para andar con luz verde en falcons verde
en centros clandestinos, pozos negros.
Se olvidaron que miles no se olvidan,
que el tiempo no ha tapado ni silencia
el clamor de los muertos que nos viven,
que la ausencia es presencia inevitable,
que nadie está sepulto en la injusticia
y que nunca se muere la memoria.
Pues la blanca virtud de la justicia
no ha dormido ni duerme; se olvidaron
La comprensión no significa negar la atrocidad, deduciendo de precedentes lo que no tiene precedentes, o explicando los fenómenos por tales analogías y generalizaciones que ya no se sienta el impacto de la realidad y el shock de la experiencia” (cf., Arendt, 1951 [1973]: viii). Pero aceptar ese shock de la experiencia, implicaría también el intento de volverse a sentir en casa, en un mundo en el que un acontecimiento así fue posible, y partir de estar en el mundo, quizá con las marcas del cuerpo, para siempre las del inconsciente, a partir de allí dar testimonio, crear belleza
Cuando quise regresar
tú estabas partiendo
mi corazón
caía entre la lluvia y tus besos
tierna
mirabas detrás del aeropuerto
nuestra partida
y sin equipaje válido ante tu imagen
me lancé al vacío
para iniciar mi búsqueda
debajo de tu piel.
Sigo por un camino que arde
y la amistad se desintegra
quedando solo algunos árboles heridos
a los cuales abrazo para no caer
en la hoguera
y encontrar el cántaro fresco que llevas en tu cintura
cuando quise regresar
ya no estaban los amigos
pero estabas tú
en el último control de carretera
con una bandera limpia entre tus manos
y una sonrisa que iluminaba el camino
Cuando quise regresar
ya había llegado al desamparo
en medio del grito
estabas esperando en mi poesía
buscando razones para hacerme levantar los brazos
y encontrar los tuyos
salir de la esquina amorosa
para reconocer la vida
después de tanta muerte.
1976 por Gabriel Impaglionne ( Italia )
¿Por qué arde como hoguera que no se extingue?
¿De campanada de furia nos cayó su noche?
¿De dolor antiguo la tinta de su crónica?
¿De una hora destrozada fue concebido?
¿De niebla instaurada sobre casa sin viento
o de una caja de pandora rezago de guerra?
¿De salpicaduras de calle envenenada
tan llena de dientes nos llegó algún día?
¿De los dictados de una caja registradora?
¿De la ceguera que se le ordenó al rebaño?
ojos color distancia que tendrán siempre veinticinco años
ausentes de arrugas y errores, ni hubo tiempo para eso
te marcharon
fue borrón la claridad de tu mirada
y aún te llevo,
te rescato de ser una cifra
o tan solo una foto carnet en la bandera de los treinta mil.
Eras Beatriz Loprena
la que amaba a Carlos y escribía
la que horneaba alfajores de maicena y se graduó en Letras
sembrada en sacrificios.
Hoy es 24 de marzo 2009 y está soleado.
Es 24 de marzo y para mí y tu recuerdo,
se hizo el sol que no atardece.
cuando te fuiste
Llevándose el verano aquel
el del cielo tibio que con sus noches
nos guarecía del mundo entero en nuestro lecho
Cuánta dicha encontraba entonces mi anhelo
En tu sonrisa
En las palmas de tus manos
En tus suaves cabellos recorriendo con ternura
todo mi cuerpo
Me dejaron tu pulóver verde
cuando te fuiste
Dejándome tu aroma
que mil veces olí desfalleciente
evocando tu mirada
añorando tu desnudez
la tersura de tus labios
y esas palabras que no podrá borrar el tiempo
Porque no pudo el odio
ni la avasallante muerte
desterrar mi amor
ni mi carne dolida cedió al intento
de que me robaran tu recuerdo
Me dejaron tu pulóver verde
cuando te fuiste
Pero no pudieron llevarte
porque estarás conmigo
para siempre
Gracias a mis amigos poetas , gracias desde mi y desde los que amo y no están presentes, por sus voces en este Marzo, Marzo de
La miseria del recuerdo; arreado en el frio y el viento
Here, in this place; first, the picture, the body will be in the
Fue; lo que fue igual.
¡Basta junagran puta! ¡Se me forman uno al lado del otro!
Los secos estallidos, y la sangre que sigue sola. Con la sangre derramada seguirán los negocios. La dignidad y los negocios no admiten solidaridades
¡Fuego! ¡Tiren! ¡Mátenlos! Indios, anarquistas, obreros de los frigoríficos, cabecitas negras. Solo sangre para derramar. ¡El ejercito en operaciones! ¡La tierra para nosotros!
Matar sin culpa, solo son salvajes y paganos
¡A degüello! Las balas son caras mein general, la economía es refalosa
La sangre derramada sin economía.
¡Nous sommes des Européens, Buenos Aires est le petit Paris**! ¡Acá no hay negros! Ni paraguayos ¡La sangre de ellos nos purificó la raza Felicitas!
¡Horror Silvina! Los cabecitas se lavan los pies en
Se cumple y se dignifica
Los ferroviarios no se comportan ¡Represión!
Si se da; hay que aceptar. Sangre derramada y cinco por uno
¡Mirá mamá! ¡Aviones que tiran juguetes!
Vencedores y vencidos
¡Aniquilar a los que se opongan!
Sangre derramada
¡Maten! ¡Fusilen! ¡Terror!
Y la sangre es memoria. Ríos de memoria. Toscos, ordinarios obreros cordobeses
¡Rápido un ejército allá! Y que no ahorren muerte
La sangre derramada para ser negociada. La sangre de la juventud maravillosa
¡Luche y vuelve!
Y Trelew no nombra un pedacito de tierra lleno de viento. Los prisioneros intentan escapar y las balas los someten, y los que mandan van a misa y se comen, a sabiendas, pedazos de otro muerto, que no murió asesinado, porque allá tampoco los jerarcas asesinaban, como acá y la sangre derramada se negoció, como acá
¡Tenemos garrotes de quebracho para que los imberbes entiendan! ¡Y los usamos!
La plaza y la juventud expulsada
¡Hay que hacer algo Ítalo!
Tienen que morir; todos los que deban morir
¡No tienen identidad! ¡Son desaparecidos! ¡Ellos no están!
Pero están y lo gritan y no negocian. Y la muerte se llama ESMA, Banfield, Campo de Mayo y los argentinos son derechos y humanos y sus hijos van a Malvinas y se visten como sus asesinos y tampoco negocian. Su sangre será negociada. Hay otros que ahora forman parte de la comparsa y exhiben su remota cercanía con los que se jugaron lo único que les quedaba
¡Juicio a los asesinos!
Y el punto final y la obediencia que dejaron debiendo.
¡Lo que tiene que ser del estado será nuestro! Y lo demás también
Treinta mil muertos miran azorados
¡Volvimos de Miami Charly! ¡Nos compramos todo!
Y la sumisión y los muertos del dos mil uno
¡Rompan todo! ¡Que nos devuelvan los dólares!
Y están los que nada tienen a ser devuelto
¡Comisario limpie el puente! ¡Quiero al de barba que se quedó junto a su compañero herido!
Balas y muerte televisada; vida que no cotiza en bolsa
¡Acelerá la cuatro por cuatro! ¡Pasalos por arriba!
La educación pide limosna
¡Maten a ese maestro! ¡Como se atreve!
Tanto tienes, tanto vales. Valen poco porque no tienen nada
Falta que pidan salud y educación ¡Habrase visto!
Hospitales de llanto y guardapolvos rotosos
Solo saben robar ¡Pena de muerte! ¡El garrote vil!
Pegamento, paco, porro, golpes, violencia
¿Y que si son chicos? ¡Mejor! ¡Que nadie vuelva a pensar!
Se levantan de mil caídas, se recomponen, se rehacen, se redescubren, se buscan, se juntan, se animan, se ayudan, se ríen, se quieren. Viven
¡La sangre derramada nunca será negociada!
*: Acá, en este lugar, primero la foto, el cuerpo estará en el museo de Londres. Se refiere al esqueleto de indio patagón, que se exhibe en una vitrina, junto a la foto tomada antes de ser asesinado y descarnado.
**: Nosotros somos europeos, Buenos Aires es la pequeña París
EL HUESPED - Silvia Loustau
No recuerdo el día exacto en que llegó a casa. La casa grande, cerca del río, en San Isidro. Con mi hermana lo empezamos a presentir. Suponíamos que lo había traído papá. A veces creíamos que lo habían dejado abandonado en el jardín. Pero depuse se impuso, como un huésped más, de tantos que venían a casa. Se impuso cuando cerraron la puerta del cuarto de servicio, donde había un amplio placar dentro del que mi hermana y yo jugábamos a la cueva secreta. Ese cuarto en el que Sofía, de apenas cuatro años, pintaba con crayones, mientras yo leía historietas.
Al principio no supimos qué era. Imaginábamos un duende silencioso, acechando; acechando tras alguna puerta. Nuestra vida parecía normal. Lo único que nos diferenciaba de otros chicos era la cantidad de tías y tíos que solían pasar algunos días en casa. Cuando ellos estaban algo caminaba por la garganta de los mayores. Susurraban en vez de hablar. Se encerraban a conversar, y si de pronto mi hermana o yo entrábamos se hacía un silencio súbito. Si estaba papá levantaba una ceja y dejaba el mate o el pocillo de café en suspenso. En esos momentos se oía su aleteo.
Algo había en la casa que se podía palpar .Lo sentíamos Sofía y yo, mamá y también Papa. Vivir de esa manera era como vestir una túnica helada y nadie puede entender como es si no se la ha probado. Y aún después de probarla es difícil de contar. Todos habían cambiado. Mamá estaba más nerviosa, de pronto nos retaba y de inmediato nos abrazaba hasta cortarnos el aliento. O lloraba por cualquier cosa, al escuchar alguna noticia, porque papá volvía del hospital mas tarde de lo acostumbrado. Papá también
cambió y él que siempre nos explicaba todo comenzó a decir : no preguntes más o ya lo vas a entender Sofía empezó a llorar por las noches y a mojar la cama. O se enfurecía, porque mamá cerraba la puerta del baño para ducharse, entonces Sofía lloraba y golpeaba la puerta gritando: abrime, mami, abrime. No te vayas, mami. Y entre el llanto y los mocos aparecía el pis. Mamá la abrazaba, murmurando: no te asustes, mi chiquita, no te asustes. Recuerdo que Sofía me daba mucha pena. Porque desde mis siete años su temor parecía mucho más grande que el mío.
Y algunas noches la imaginaba durmiendo con eso, o que quizá la espiaría desde detrás del sillón o aparecería debajo de su cama y con una mano muy fría le apretaría el cuello hasta ahogarla o hasta que mojara nuevamente la cama.
A menudo nos enviaban a jugar con Manuel- el hijo de nuestro vecino. Teníamos la misma edad. Una tarde mientras jugábamos le pregunté si él tenía miedo. Contestó que sí. Que por las noches. Que él creía que el miedo salía a dar vueltas por las noches. Que a veces te podía esperar con ojos refulgentes en medio de la oscuridad o dentro de un placar. Esa misma noche, cuando todos dormían , fui a la habitación de Sofía y me acosté a su lado. Juntos. Como cuando erramos chiquitos y nos ponían en la cama grande de los abuelos .Pero no siempre podía ir hasta el cuarto de mi hermana, porque a veces sentía eso parado cerca de la puerta. Su sombra enorme, enorme. No me dejaba pasar. O sentía su respiración , pegajosa, resoplándome en la nuca. Entonces era yo quien se despertaba llorando. Ahogado. Mamá entraba en mi cuarto y mientras me calmaba le decía a papá : son pesadillas , son malos sueños. Pero papá contestaba: no, es el asma.
Nos gustaba ir a jugar a lo de Manuel. No sólo por las hamacas que había en el jardín, sino porque su papá , que era aviador, poseía una colección de aviones en miniatura. Los días lluviosos nos permitían jugar con ellos. Recuerdo en especial una tarde en la que el papá de Manuel estuvo un largo rato con nosotros. Nos explicó las diferencias entre los modelos y nos preguntó, a Sofía y a mi , si nos gustaba volar. Sonriendo cargó a mi hermana sobre sus hombros y nos prometió que un día nos llevaría en un vuelo. Cuando el cielo estuviese claro. Sin nubes. Y qué pequeñita veríamos la ciudad de Buenos Aires y que ancho, ancho era el Río de
Una mañana mamá nos despertó muy temprano. Agitada. Mientras peinaba a Sofía nos dijo que nos íbamos por unos días al campo, a casa de los abuelos ..Que no me preocupase por las clases. Que me vistiera rápido. Que no , no podía despedirme de Manuel. ¿Y papá? ¿Y papá? Se había quedado a dormir en el hospital porque el tío José había tenido un accidente. Que luego iría para el campo. En unos días. Cuando nos sentamos a la mesa algo punzante y helado se sentía en cada sorbo de café con leche. Estaba también en las manos de mamá, que temblaban levemente, cuando le alcanzaba galletitas a Sofía. Yo miré los bolsos, ya listos, y supe que aquello innombrable estaba guardado, como un frío pañuelo blanco, entre cada una de nuestras prendas.
Cuando la casa fue quedando atrás tomé la mano de Sofía y pensé que quizá ahora no iba a mojarse más la cama. No. En la casa de los abuelos no. Todo volvería a ser como antes. Como antes de la llegada de aquel huésped de quien no sabíamos el nombre.
Y esta noche mientras mi hija recién nacida duerme junto al pecho tibio de mi mujer, veo aparecer en la pantalla del televisor al papá de Manuel. El papá de Manuel que llora. Casi babea. Mientras relata que el manejó aviones sobre el Río de
Entonces pienso en mamá, a la que algunos creían loca, como
Este cuento obtuvo en octubre del año 2007 -el 1º Premio Nacional Narrativa auspiciado por
2006 – adaptado a monólogo Oscuro Huésped, fue elegido entre 600 obras para abrir
El 25 de abril del 2009 se estrenó en
Recuerdo a la niñita que golpeaba la puerta del baño. Era
A Manuel me lo contó un amigo, Manuel (nombre para el cuento) hoy vive en España . Su padre; Mario Hernández, abogado de presos políticos, está desparecido.
7 comentarios:
Felicitaciones a poeta y narradores que se ha unido en este homenaje.
Un saludo a todos, son un ejemplo de hermandad.
Cordialmente,
Alicia
Excelente trabajo hermanados por la Memoria.
Un abrazo a cada opoeta.
Pampin tu relato deja sin aliento.
El Huesped, Silvia, me hizo un nudo en la garganta.
Sebastian
Silvia y amigos poetas: una larga lista de emociones, esta vez dirigidas, todas, a la memoria de alguien. Allí se amalgaman los dolores, son un sólo dolor, un sólo grito de desesperación y de recuerdo. Mis cariños, Laura,
Es un ejemplo de hermanadad, como si hubiese podido dejar de lado los egos y la Memoria los unió.
En cuanto a los relatos, Pampin el tuyo un recordo historico y siempre la misma voz; Silvia, gracias por el rescate , traves de lo escrito, a tantas historias similares. Los abraza
Vicky
HIJOS
FELICITACIONES!
Gracias por compartir el dolor de la historia.
Cariños,
Aníbal.
Hermosos poemas... felicitaciones a todos los poetas...
Felicitaciones a todos por esta unión que es un aliento de esperanza.
Un saludo de
Inés Sisso
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