11 de marzo de 2010

Marzo... Voces Amigas




Vamos hacía atrás en el tiempo : pensemos en Antígona luchando por dar sepultura al cuerpo de Polinices, su hermano muerto, a quien Creonte le niega sepultura. Llanto, lo comerán las aves rapaces…Tantos siglos, y acá tenemos nuestras Antígonas/Madres, los amigos que traen una y otra vez los nombres de los ausentes, porque si hay ágrafas leyes de los dioses, los poetas tomarán una astilla de viento y harán volar su palabra/memoria.

Los hermanos García por M. Teresa Andruetto - Córdoba

A Juan, Antonio y Mary

Por la ventana que da a la Escuela Alberdi, veo pasar

hacia la noche a chicas como yo y a los muchachos.

Los escucho reír en la vereda, bajo esta ventana pequeña.

Es noche de sábado y los hermanos cocinan puchero

de falda y de quijada. Sé que otros se han escondido

en el Tigre, en la Patagonia o en Longchamps. Algunos

mandan señas, flores sobre la falda, desde Oslo,

Gotinga o Amsterdam. Yo vivo tras este ojo de buey,

con la quijada contra el marco, mirando a las chicas

y muchachos que cruzan la avenida. Es también sábado

en la pieza del hotel, sobre los techos de esta casa

de citas, junto a la comisaría, donde alquilan

los camioneros sus siestas de amor con los colimbas

o las mujeres de la Humberto Primo. Aquí, tras el vidrio

de esta raja de luz, bajo el ala de unos gallegos venidos

de Inriville, espero que pasen los meses o los años.

García quiere decir Smith y el más común de los mortales

se llama Juan. Sube cada mañana la precaria escalera

con su manojo de llaves y comida y como una lonja

de sol me abre paso entre putas, milicos y viajantes.

De : Sueño americano (María Teresa Andruetto. Caballo negro editora, 2009)



Fui luna por Gustavo Tisocco - Buenos Aires

Tristeza de la luna

Sobre el Río de La Plata

Fui luna

cuando el lago

era sombra.

Destilé plateadas lágrimas

sobre tumbas oscuras.

Los huesos

hoy son néctar

del río correntoso.

Fui luz

sobre cadáveres

sin nombres.

Imploré memoria

y quedé sin cielo.

Hoy bebo

a mis muertos.

Avergüenza mi sed.

Como una rosa silvestre en el abismo por Alejandro Schmidt (Córdoba)

¿No había una inmensa vitalidad acaso

ansias

fervor de respirar

o hundirse?

¿No decíamos

(en voz baja pero tan intensa)

-armó las valijas

y después midió

los cielos del umbral o el olvido…

aquellos duermen

otros vendrán mañana

o esta noche

o cuando estés caminando

casi distraído-?

No están ni vivos ni muertos

¿Son persistentes

los encantos del saber ahogado?

Hasta en la sangre del ventarrón

se hallaban lobos, mártires y espías

confusos delatores

gasas de silencio

la tortura naciendo

como una rosa silvestre

en el abismo

ah, la inspiración

de lo cruel

las madres locas

los hijos santos

los oscuros principados

del exilio

y esta especie de celebración

ahora

en donde la agonía

recibe sus corderos

complacida por la banalidad

sí,

fueron tiempos

sublimes

sin duda

VOLVERAN.

de su libro : Videla


En los gloriosos sesentas por Rolando Revagliatti – Buenos Aires

Después de que los jóvenes esclarecidos

y comprometidos manifestáramos

y repartiéramos flores

con el tomo segundo

de las obras completas

de Lenin

mientras nos reprimían

lo desnuqué a uno de los humillados

policías:

la letra, así

con desnucamiento

no entra.


Abismo por Norma Padra – Buenos Aires

El más espumoso vino del abismo

cauteriza un instante de tristeza

la perdida de un dios

en el ritmo del océano.

El ritual de un oficio

fermentado destino de

un cuerpo olvidado;

de tu nombre frágil

trémulo, se revela

como fiera subterránea.


Ciudad en blanco por Jorge Falcone –La Plata

Ciudad triste

la ciudad en blanco.

No quieren que opine.

Laburantes obligados

tapan sus verdades.

Saben lo que tapan.

El apellido del prisionero,

el nombre del muerto:

Todos compañeros.

Ciudad blanca,

eres para nosotros

cuaderno nuevo:

Te estrenaremos.

Jorge Falcone, poeta, es hermano de Claudia Falcone . desaparecida en La Noche de los Lápices- La Plata


Se olvidaron por Silvia Long-ohni - Buenos Aires

Creyeron que el terror es suficiente

mordaza de los vivos y los muertos,

que el tiempo es un telón de puro plomo

capaz de detener toda memoria.

Pero brotan del fondo de la tierra,

o del lecho del mar,

o del reclamo

las voces, los gemidos, los clamores,

la presencia, los nombres, lo vivido,

la sangre persistente, las verdades

y la blanca virtud de la justicia.

Creyeron que la muerte era el silencio,

un desierto de huesos acallados,

un puñado de polvo que se olvida,

un grito sepultado en cualquier pozo

una boca sellada por el barro

con que el arma homicida se solaza.

Más la blanca virtud de la justicia

no ha dormido ni duerme; se olvidaron.

Creyeron que la vida era un detalle

y la ausencia un dolor perecedero,

que el afán y el deseo se mutilan

a golpes de terror, sangre y tortura.

Decidieron que Dios vista uniforme

de milico, de obispo o policía

para andar con luz verde en falcons verde

en centros clandestinos, pozos negros.

Se olvidaron que miles no se olvidan,

que el tiempo no ha tapado ni silencia

el clamor de los muertos que nos viven,

que la ausencia es presencia inevitable,

que nadie está sepulto en la injusticia

y que nunca se muere la memoria.

Pues la blanca virtud de la justicia

no ha dormido ni duerme; se olvidaron



La comprensión no significa negar la atrocidad, deduciendo de precedentes lo que no tiene precedentes, o explicando los fenómenos por tales analogías y generalizaciones que ya no se sienta el impacto de la realidad y el shock de la experiencia” (cf., Arendt, 1951 [1973]: viii). Pero aceptar ese shock de la experiencia, implicaría también el intento de volverse a sentir en casa, en un mundo en el que un acontecimiento así fue posible, y partir de estar en el mundo, quizá con las marcas del cuerpo, para siempre las del inconsciente, a partir de allí dar testimonio, crear belleza


Cuando quise regresar por Alfonso Freire- Chile


Cuando quise regresar

tú estabas partiendo

mi corazón

caía entre la lluvia y tus besos

tierna

mirabas detrás del aeropuerto

nuestra partida

y sin equipaje válido ante tu imagen

me lancé al vacío

para iniciar mi búsqueda

debajo de tu piel.

Sigo por un camino que arde

y la amistad se desintegra

quedando solo algunos árboles heridos

a los cuales abrazo para no caer

en la hoguera

y encontrar el cántaro fresco que llevas en tu cintura

cuando quise regresar

ya no estaban los amigos

pero estabas tú

en el último control de carretera

con una bandera limpia entre tus manos

y una sonrisa que iluminaba el camino

Cuando quise regresar

ya había llegado al desamparo

en medio del grito

estabas esperando en mi poesía

buscando razones para hacerme levantar los brazos

y encontrar los tuyos

salir de la esquina amorosa

para reconocer la vida

después de tanta muerte.



“Evas con el amor en sus bocas”

1976 por Gabriel Impaglionne ( Italia )


¿Marzo nació de grano de sal caído en la herida?

¿Por qué arde como hoguera que no se extingue?

¿De campanada de furia nos cayó su noche?

¿De dolor antiguo la tinta de su crónica?

¿De una hora destrozada fue concebido?

¿De niebla instaurada sobre casa sin viento

o de una caja de pandora rezago de guerra?

¿De salpicaduras de calle envenenada

tan llena de dientes nos llegó algún día?

¿De los dictados de una caja registradora?

¿De la ceguera que se le ordenó al rebaño?



Versos para hablar por ella por Diana Poblet ( Buenos Aires)


Ni brumoso ni frío te pienso, en la precariedad de mi recuerdo

ojos color distancia que tendrán siempre veinticinco años

ausentes de arrugas y errores, ni hubo tiempo para eso

te marcharon

fue borrón la claridad de tu mirada

y aún te llevo,

te rescato de ser una cifra

o tan solo una foto carnet en la bandera de los treinta mil.

Eras Beatriz Loprena

la que amaba a Carlos y escribía

la que horneaba alfajores de maicena y se graduó en Letras

sembrada en sacrificios.

Hoy es 24 de marzo 2009 y está soleado.

Es 24 de marzo y para mí y tu recuerdo,

se hizo el sol que no atardece.



Me Dejaron Tu Pulóver Verde por Miguel A. De Boer (C. Rivadavia) (*)


Me dejaron tu pulóver verde

cuando te fuiste

Llevándose el verano aquel

el del cielo tibio que con sus noches

nos guarecía del mundo entero en nuestro lecho

Cuánta dicha encontraba entonces mi anhelo

En tu sonrisa

En las palmas de tus manos

En tus suaves cabellos recorriendo con ternura

todo mi cuerpo

Me dejaron tu pulóver verde

cuando te fuiste

Dejándome tu aroma

que mil veces olí desfalleciente

evocando tu mirada

añorando tu desnudez

la tersura de tus labios

y esas palabras que no podrá borrar el tiempo

Porque no pudo el odio

ni la avasallante muerte

desterrar mi amor

ni mi carne dolida cedió al intento

de que me robaran tu recuerdo

Me dejaron tu pulóver verde

cuando te fuiste

Pero no pudieron llevarte

porque estarás conmigo

para siempre


Gracias a mis amigos poetas , gracias desde mi y desde los que amo y no están presentes, por sus voces en este Marzo, Marzo de la Memoria que sangra., pero sigue en pie.



La sangre derramada - por Osvaldo Pampín -Mar del Plata-


La miseria del recuerdo; arreado en el frio y el viento

Here, in this place; first, the picture, the body will be in the London museum*

Fue; lo que fue igual. La Patagonia, ellos y su sangre

¡Basta junagran puta! ¡Se me forman uno al lado del otro!

Los secos estallidos, y la sangre que sigue sola. Con la sangre derramada seguirán los negocios. La dignidad y los negocios no admiten solidaridades

¡Fuego! ¡Tiren! ¡Mátenlos! Indios, anarquistas, obreros de los frigoríficos, cabecitas negras. Solo sangre para derramar. ¡El ejercito en operaciones! ¡La tierra para nosotros!

Matar sin culpa, solo son salvajes y paganos

¡A degüello! Las balas son caras mein general, la economía es refalosa

La sangre derramada sin economía.

¡Nous sommes des Européens, Buenos Aires est le petit Paris**! ¡Acá no hay negros! Ni paraguayos ¡La sangre de ellos nos purificó la raza Felicitas!

Las vacas en el barco y la manteca en el techo, un país de gente ganadora y ganadera

¡Horror Silvina! Los cabecitas se lavan los pies en la Plaza de Mayo

Se cumple y se dignifica

Los ferroviarios no se comportan ¡Represión!

Si se da; hay que aceptar. Sangre derramada y cinco por uno

¡Mirá mamá! ¡Aviones que tiran juguetes!

Vencedores y vencidos

¡Aniquilar a los que se opongan!

Sangre derramada

¡Maten! ¡Fusilen! ¡Terror!

Y la sangre es memoria. Ríos de memoria. Toscos, ordinarios obreros cordobeses

¡Rápido un ejército allá! Y que no ahorren muerte

La sangre derramada para ser negociada. La sangre de la juventud maravillosa

¡Luche y vuelve!

Y Trelew no nombra un pedacito de tierra lleno de viento. Los prisioneros intentan escapar y las balas los someten, y los que mandan van a misa y se comen, a sabiendas, pedazos de otro muerto, que no murió asesinado, porque allá tampoco los jerarcas asesinaban, como acá y la sangre derramada se negoció, como acá

¡Tenemos garrotes de quebracho para que los imberbes entiendan! ¡Y los usamos!

La plaza y la juventud expulsada

¡Hay que hacer algo Ítalo!

Tienen que morir; todos los que deban morir

¡No tienen identidad! ¡Son desaparecidos! ¡Ellos no están!

Pero están y lo gritan y no negocian. Y la muerte se llama ESMA, Banfield, Campo de Mayo y los argentinos son derechos y humanos y sus hijos van a Malvinas y se visten como sus asesinos y tampoco negocian. Su sangre será negociada. Hay otros que ahora forman parte de la comparsa y exhiben su remota cercanía con los que se jugaron lo único que les quedaba

¡Juicio a los asesinos!

Y el punto final y la obediencia que dejaron debiendo.

¡Lo que tiene que ser del estado será nuestro! Y lo demás también

Treinta mil muertos miran azorados

¡Volvimos de Miami Charly! ¡Nos compramos todo!

Y la sumisión y los muertos del dos mil uno

¡Rompan todo! ¡Que nos devuelvan los dólares!

Y están los que nada tienen a ser devuelto

¡Comisario limpie el puente! ¡Quiero al de barba que se quedó junto a su compañero herido!

Balas y muerte televisada; vida que no cotiza en bolsa

¡Acelerá la cuatro por cuatro! ¡Pasalos por arriba!

La educación pide limosna

¡Maten a ese maestro! ¡Como se atreve!

Tanto tienes, tanto vales. Valen poco porque no tienen nada

Falta que pidan salud y educación ¡Habrase visto!

Hospitales de llanto y guardapolvos rotosos

Solo saben robar ¡Pena de muerte! ¡El garrote vil!

Pegamento, paco, porro, golpes, violencia

¿Y que si son chicos? ¡Mejor! ¡Que nadie vuelva a pensar!

Se levantan de mil caídas, se recomponen, se rehacen, se redescubren, se buscan, se juntan, se animan, se ayudan, se ríen, se quieren. Viven

¡La sangre derramada nunca será negociada!

*: Acá, en este lugar, primero la foto, el cuerpo estará en el museo de Londres. Se refiere al esqueleto de indio patagón, que se exhibe en una vitrina, junto a la foto tomada antes de ser asesinado y descarnado.

**: Nosotros somos europeos, Buenos Aires es la pequeña París


EL HUESPED - Silvia Loustau

No recuerdo el día exacto en que llegó a casa. La casa grande, cerca del río, en San Isidro. Con mi hermana lo empezamos a presentir. Suponíamos que lo había traído papá. A veces creíamos que lo habían dejado abandonado en el jardín. Pero depuse se impuso, como un huésped más, de tantos que venían a casa. Se impuso cuando cerraron la puerta del cuarto de servicio, donde había un amplio placar dentro del que mi hermana y yo jugábamos a la cueva secreta. Ese cuarto en el que Sofía, de apenas cuatro años, pintaba con crayones, mientras yo leía historietas.

Al principio no supimos qué era. Imaginábamos un duende silencioso, acechando; acechando tras alguna puerta. Nuestra vida parecía normal. Lo único que nos diferenciaba de otros chicos era la cantidad de tías y tíos que solían pasar algunos días en casa. Cuando ellos estaban algo caminaba por la garganta de los mayores. Susurraban en vez de hablar. Se encerraban a conversar, y si de pronto mi hermana o yo entrábamos se hacía un silencio súbito. Si estaba papá levantaba una ceja y dejaba el mate o el pocillo de café en suspenso. En esos momentos se oía su aleteo.

Algo había en la casa que se podía palpar .Lo sentíamos Sofía y yo, mamá y también Papa. Vivir de esa manera era como vestir una túnica helada y nadie puede entender como es si no se la ha probado. Y aún después de probarla es difícil de contar. Todos habían cambiado. Mamá estaba más nerviosa, de pronto nos retaba y de inmediato nos abrazaba hasta cortarnos el aliento. O lloraba por cualquier cosa, al escuchar alguna noticia, porque papá volvía del hospital mas tarde de lo acostumbrado. Papá también

cambió y él que siempre nos explicaba todo comenzó a decir : no preguntes más o ya lo vas a entender Sofía empezó a llorar por las noches y a mojar la cama. O se enfurecía, porque mamá cerraba la puerta del baño para ducharse, entonces Sofía lloraba y golpeaba la puerta gritando: abrime, mami, abrime. No te vayas, mami. Y entre el llanto y los mocos aparecía el pis. Mamá la abrazaba, murmurando: no te asustes, mi chiquita, no te asustes. Recuerdo que Sofía me daba mucha pena. Porque desde mis siete años su temor parecía mucho más grande que el mío.

Y algunas noches la imaginaba durmiendo con eso, o que quizá la espiaría desde detrás del sillón o aparecería debajo de su cama y con una mano muy fría le apretaría el cuello hasta ahogarla o hasta que mojara nuevamente la cama.

A menudo nos enviaban a jugar con Manuel- el hijo de nuestro vecino. Teníamos la misma edad. Una tarde mientras jugábamos le pregunté si él tenía miedo. Contestó que sí. Que por las noches. Que él creía que el miedo salía a dar vueltas por las noches. Que a veces te podía esperar con ojos refulgentes en medio de la oscuridad o dentro de un placar. Esa misma noche, cuando todos dormían , fui a la habitación de Sofía y me acosté a su lado. Juntos. Como cuando erramos chiquitos y nos ponían en la cama grande de los abuelos .Pero no siempre podía ir hasta el cuarto de mi hermana, porque a veces sentía eso parado cerca de la puerta. Su sombra enorme, enorme. No me dejaba pasar. O sentía su respiración , pegajosa, resoplándome en la nuca. Entonces era yo quien se despertaba llorando. Ahogado. Mamá entraba en mi cuarto y mientras me calmaba le decía a papá : son pesadillas , son malos sueños. Pero papá contestaba: no, es el asma.

Nos gustaba ir a jugar a lo de Manuel. No sólo por las hamacas que había en el jardín, sino porque su papá , que era aviador, poseía una colección de aviones en miniatura. Los días lluviosos nos permitían jugar con ellos. Recuerdo en especial una tarde en la que el papá de Manuel estuvo un largo rato con nosotros. Nos explicó las diferencias entre los modelos y nos preguntó, a Sofía y a mi , si nos gustaba volar. Sonriendo cargó a mi hermana sobre sus hombros y nos prometió que un día nos llevaría en un vuelo. Cuando el cielo estuviese claro. Sin nubes. Y qué pequeñita veríamos la ciudad de Buenos Aires y que ancho, ancho era el Río de La Plata visto desde lo alto. Y que si el cielo estaba muy, muy claro- agregó- se nota donde el río se une con el mar. Y recuerdo a Sofía. Riendo sobre los hombros del papá de Manuel y pensé que ella debería creer que si volábamos muy alto dejaríamos abajo las pesadillas y los aleteos extraños.

Una mañana mamá nos despertó muy temprano. Agitada. Mientras peinaba a Sofía nos dijo que nos íbamos por unos días al campo, a casa de los abuelos ..Que no me preocupase por las clases. Que me vistiera rápido. Que no , no podía despedirme de Manuel. ¿Y papá? ¿Y papá? Se había quedado a dormir en el hospital porque el tío José había tenido un accidente. Que luego iría para el campo. En unos días. Cuando nos sentamos a la mesa algo punzante y helado se sentía en cada sorbo de café con leche. Estaba también en las manos de mamá, que temblaban levemente, cuando le alcanzaba galletitas a Sofía. Yo miré los bolsos, ya listos, y supe que aquello innombrable estaba guardado, como un frío pañuelo blanco, entre cada una de nuestras prendas.

Cuando la casa fue quedando atrás tomé la mano de Sofía y pensé que quizá ahora no iba a mojarse más la cama. No. En la casa de los abuelos no. Todo volvería a ser como antes. Como antes de la llegada de aquel huésped de quien no sabíamos el nombre.

Y esta noche mientras mi hija recién nacida duerme junto al pecho tibio de mi mujer, veo aparecer en la pantalla del televisor al papá de Manuel. El papá de Manuel que llora. Casi babea. Mientras relata que el manejó aviones sobre el Río de La Plata y se disculpa diciendo que él solo manejó los aviones. Yo no tiré nunca un cuerpo- agrega- nunca un cuerpo. Y lo repite una y otra vez.

Entonces pienso en mamá, a la que algunos creían loca, como la Ofelia de Shakespeare, arrojando claveles rojos al río, para los cumpleaños de papá. Y pienso en Sofía, que nunca quiso volver a Buenos Aires. Y siento otra vez , en mi nuca ,la respiración del miedo. El miedo. El llanto y las manitos moradas de mi hermana. El asma. Y vuelvo a observar el rostro tenso, los ojos vidriosos del padre de Manuel. Y comprendo que el miedo está allí. Sentado con ese hombre que llora. Casi babea.

Este cuento obtuvo en octubre del año 2007 -el 1º Premio Nacional Narrativa auspiciado por la Univ. de Córdoba

2006 – adaptado a monólogo Oscuro Huésped, fue elegido entre 600 obras para abrir la Semana de Conmemoración a La Noche de los Lápices en la Universidad de Tandil-

El 25 de abril del 2009 se estrenó en La Plata, un corto basado en este cuento, titulado Oscuro Huésped.

Recuerdo a la niñita que golpeaba la puerta del baño. Era La Plata, era 1975, era el miedo pero seguíamos militando, trabajando, viviendo, amando. Era Juliana, creo, la hija de la Negrita y Pablo (desaparecidos)

A Manuel me lo contó un amigo, Manuel (nombre para el cuento) hoy vive en España . Su padre; Mario Hernández, abogado de presos políticos, está desparecido.




7 comentarios:

Anónimo dijo...

Felicitaciones a poeta y narradores que se ha unido en este homenaje.
Un saludo a todos, son un ejemplo de hermandad.
Cordialmente,


Alicia

Anónimo dijo...

Excelente trabajo hermanados por la Memoria.
Un abrazo a cada opoeta.
Pampin tu relato deja sin aliento.
El Huesped, Silvia, me hizo un nudo en la garganta.

Sebastian

Anónimo dijo...

Silvia y amigos poetas: una larga lista de emociones, esta vez dirigidas, todas, a la memoria de alguien. Allí se amalgaman los dolores, son un sólo dolor, un sólo grito de desesperación y de recuerdo. Mis cariños, Laura,

Anónimo dijo...

Es un ejemplo de hermanadad, como si hubiese podido dejar de lado los egos y la Memoria los unió.
En cuanto a los relatos, Pampin el tuyo un recordo historico y siempre la misma voz; Silvia, gracias por el rescate , traves de lo escrito, a tantas historias similares. Los abraza

Vicky

HIJOS

Anónimo dijo...

FELICITACIONES!
Gracias por compartir el dolor de la historia.
Cariños,
Aníbal.

Graciela María dijo...

Hermosos poemas... felicitaciones a todos los poetas...

Anónimo dijo...

Felicitaciones a todos por esta unión que es un aliento de esperanza.
Un saludo de

Inés Sisso