7 de octubre de 2011

Alejandro Schmidt- Poemas- Córdoba

Un hombre va al trabajo

Un hombre va al trabajo

con una chaqueta liviana y una camisa

gastada, celeste, a rayas

camina bajo el temporal

hunde sus botines de caza

con el opaco gesto que guardó desde su infancia

la lluvia equivale a su elogio de lágrimas

y esa pobre vieja torpe

-es lo que piensa mirando adelante

un brazo sobre el corazón cubriendo su camisa-

y es pobre vieja torpe

es tu madre

el sitio donde te transfiguraste…

Cuando llego a la escuela industrial

donde vigilo la sangre de los niños

las secretarias me miran con piedad

(con ese amor destinado al que perdió su vida

y no lo sabe

al que perdió su vida y lo sabe)

y me prestan un peine y una toalla rota

esa misma en donde limpian sus aguas

de tintas y restas…

Estoy conforme

no quiero que nadie me de nada

sólo abran las puertas del Infierno

y caminaré hasta las pezuñas de oro

mojado por la memorias de la eternidad

ando pegado a la pared

para evitar la ceguera de los autos

una puerta se abre

y veo

los tormentos de un ambiente apacible

mujeres con mirada de taza

adolescentes rizados por la lluvia

el padre desnudo en su piloto

en esta situación animal descubro mi inocencia

madre

la ropa que me diste

ya la gastó tu hijo

comprando tu silencio

mirame ahora como siempre

soy ese hombre que camina bajo la lluvia

pensando en tantas cosas

Bandera

Ciegos de tiza

en su jazmín del país

en sus lastimaduras

ven pasar la infancia afuera

(el río, las impronunciables llanuras, los rasgos de una piedad desnuda)

conversaciones

el frío

y pronto

algunos momentos de silencio

en la segunda fila un chico gira

y me contempla

¿qué hago yo?

¿qué hago entre estas formaciones?

alguien saluda como un lobo de mercería

el cielo permite que la bandera sea distinta

a toda mutación de luz

a los tordos que vuelven a su plaza

un ángel tapa la mano de los desamparados

cubre la cabeza que se heló temprano apenas

por el mundo

el ángel va rápido

huye del dios de las prisiones

en esos patios

y para siempre

el paño que tacha

los majestuosos crepúsculos

no es la patria.

Profesor

Allí está

el ciego dios de los caniches

el mandadero del silencio

el dador de números

permanece al frente

con su gramática

su física

y la apretada flor

de un chiste malo

nadie vendrá a consultarle

si es posible

aprobar, aplazar

aquello que se ignora

ciertas miradas

el tiempo

la tristeza de todo

pasado un año

dos

su pose, su error, su libro

serán la torpe firma

que alguien raspa en los baños

y el sol brillará allí

ignorante

sobre los niños condenados.


1 comentario:

Anónimo dijo...

impecable selección, silvia. estos poemas, directos, realistas, sensibles, pertenecen al libro "Escuela industrial" que tuve el honor de presentar precisamente en la escuela "Domingo F: Sarmiento", donde trabaja alejandro, gran y querido poeta, un hacedor de la palabra literaria que rompe todos los silencios. un abrazo. susana zazzetti.