12 de diciembre de 2009
Miguel Hernández, Miguel viento del pueblo
30 de octubre del 2010 se cumplirán cien años de la llegada al mundo de Miguel Hernandez ( primera entrega)
El 23 de septiembre de 1936 Miguel decide tomar parte activa con las armas y una poesía comprometida, de la que duele y perdura en el tiempo más allá de la memoria y de la que dejan huellas, más que las propias heridas de balas. Se alista voluntario por la II República (Gobierno democráticamente constituido en febrero de 1936), y se entrega con entusiasmo en la lucha y en la poesía llamada urgente o de guerra. 1 de julio de 1937 el poeta oriolano se encuentra en Valencia, donde firmó junto a otros escritores la «Ponencia colectiva» publicada en Hora de España, Valencia, número 8. En la capital del Turia se reunieron numerosos intelectuales para celebrar el II Congreso Internacional de Intelectuales Antifascistas en Defensa de la Cultura, celebrado en Madrid y Valencia, porque el Gobierno de la República se había trasladado a Valencia. En ese congreso Miguel conoce al poeta mexicano Octavio Paz. En el mismo expediente, consta la recepción, el 23 de noviembre de 1944, de una nueva conmutación de pena: la primitiva que venía cumpliendo, por la de veinte años y un día de reclusión mayor. Inútilmente.
Miguel Hernández es trasladado al sanatorio Penitenciario de Porta Coeli el 20 de marzo de 1942. Demasiado tarde.E l informe médico, donde se dice, entre otras cosas: «Que no me extraña que en el cadáver del recluso Miguel Hernández Gilabert no se pudieran cerrar los párpados, por los medios mecánicos comentes, ya que en vida dicho recluso padecía un síndrome típico de hipertiroidismo (...)». Y agrega: «Su síntoma psíquico puesto de manifiesto en su producción literaria y que encaja en lo que Pende llama taquipsiquia -viveza mental y emotividad exagerada- típico de dicho síntoma».
«El mundo se abría / sobre tus pestañas / de negras distancias. / Dorada mirada. / El mundo se cierra sobre tus pestañas / lluviosas y negras».
El 28 de marzo de 1942 el poeta, cronista de la ausencia,el utopico, el padre que lloró la muerte del hijo que no vio nacer, muere a las cinco y treinta de la mañana, su último suspiro es, y la historia lo certifica, un nuevo viento del pueblo.
Madre España
Abrazado a tu cuerpo como el tronco a su tierra,
con todas las raíces y todos los corajes,
¿quién me separará, me arrancará de ti,
madre?
Abrazado a tu vientre, ¿quién me lo quitará,
si su fondo titánico da principio a mi carne?
abrazado a tu vientre, que es mi perpetua casa,
¡nadie!
Madre: abismo de siempre, tierra de siempre: entrañas
donde desembocando se unen todas las sangres:
donde todos los huesos caídos se levantan:
madre.
Decir madre es decir tierra que me ha parido;
es decir a los muertos: hermanos, levantarse;
es sentir en la boca y escuchar bajo el suelo
sangre.
La otra madre es un puente, nada más, de tus ríos.
El otro pecho es una burbuja de tus mares.
Tú eres la madre entera con todo su infinito,
madre.
Tierra: tierra en la boca, y en el alma, y en todo.
Tierra que voy comiendo, que al fin ha de tragarme.
Con más fuerza que antes, volverás a parirme,
madre.
Cuando sobre tu cuerpo sea una leve huella,
volverás a parirme con más fuerza que antes.
Cuando un hijo es un hijo, vive y muere gritando:
¡madre!
Hermanos: defendamos su vientre acometido,
hacia donde los grajos crecen de todas partes,
pues, para que las malas alas vuelen, aún quedan
aires.
Echad a las orillas de vuestro corazón
el sentimiento en límites, los efectos parciales.
Son pequeñas historias al lado de ella, siempre
grande.
Una fotografía y un pedazo de tierra,
una carta y un monte son a veces iguales.
Hoy eres tú la hierba que crece sobre todo,
madre.
Familia de esta tierra que nos funde en la luz,
los más oscuros muertos pugnan por levantarse,
fundirse con nosotros y salvar la primera
madre.
España, piedra estoica que se abrió en dos pedazos
de dolor y de piedra profunda para darme:
no me separarán de tus altas entrañas,
madre.
Además de morir por ti, pido una cosa:
que la mujer y el hijo que tengo, cuando pasen,
vayan hasta el rincón que habite de tu vientre,
madre.
Cartas
E n un rincón enmudecen
cartas viejas, sobres viejos,
con el color de la edad
sobre la escritura puesto.
Allí perecen las cartas
llenas de estremecimientos.
Allí agoniza la tinta
y desfallecen los pliegos,
y el papel se agujerea
como un breve cementerio
de las pasiones de antes,
de los amores de luego.
A unque bajo la tierra
mi amante cuerpo esté,
escríbeme a la tierra,
que yo te escribiré.
El amor ascendia
El amor ascendía entre nosotros
como la luna entre las dos palmeras
que nunca se abrazaron.
El íntimo rumor de los dos cuerpos
hacia el arrullo un oleaje trajo,
pero la ronca voz fue atenazada,
fueron pétreos los labios.
El ansia de ceñir movió la carne,
esclareció los huesos inflamados,
pero los brazos al querer tenderse
murieron en los brazos.
Pasó el amor, la luna, entre nosotros
y devoró los cuerpos solitarios.
Y somos dos fantasmas que se buscan
y se encuentran lejanos.
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2 comentarios:
Excelente ir recordando, desde ahora a este poeta y combatiente.Felicitaciones por el material,
Alicia
Muy buena la introducción. Y tambien comenzar a recordar que el próximo sera el año hernadiano.
Ese árbol de la imagen es el árbol sagrado de los vascos y está lleno de simbolismos.
Sebastián
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