28 de febrero de 2009

VOCES QUE NOS FALTAN - I


Poemas de Miguel Angel Bustos (1932- continua desaparecido)

Fragmento del Prólogo a la edición de Despedida de los ángeles.* Por Alberto Szpunberg

PRETEXTO, PURO PRETEXTO

Porque con Miguel Ángel, con sus ojos claros, grandes, a veces patéticos, amenazadoramente dilatados, y su eterno rostro de niño, inocente, pícaro, sufrido, hermoso, con su traje cada vez más gastado y más elegante, y sus bromas y sus delirios y sus suicidios y sus ataques de asma y su “lesión epiléptica” y sus dibujos tan bellos como alucinantes y sus terribles y maravillosas locuras, la solemnidad entre nosotros nunca, nunca fue posible, y mucho menos concebible la de un prólogo. Por eso, estas líneas sólo son un encuentro más, a la vez casual y buscado, como cualquiera de los encuentros de entonces, primero en el Macumba o el Coto o el Florida, bares que ya no están, aunque en los últimos tiempos ya fuesen citas obligatoriamente fugaces en cafés más inocentes, que quizás aún resisten, eternamente subversivos, luminosamente secretos, casi sin otros dueños que los parroquianos, es decir, todos nosotros...
... El domingo 31 de mayo de 1976, que quiso ser un domingo como otros, Miguel Ángel salió de su casa de la calle Hortiguera, a dos cuadras del Parque Chacabuco, para pasear con Emiliano, que acababa de cumplir cuatro años. Pero esa noche, a las diez y media, mas o menos, u once menos cuarto, tocaron el timbre, acaso hubiese podido huir, pero se negó... Las tarjetas amarillas que mostraron los asesinos intentaron dar al allanamiento ciertos visos de legalidad. Uno de ellos le dijo cínicamente: “lleva una frazada, Bustos, que va a hacer frío”.

Aún hace frío.


CASA DE SILENCIO

Un niño y un cuchillo, enamorados carne y hierro,

buscan en el alma la selva que los salve

Aromas y llantos boca de hielo sobre cicatriz de

Pureza. Irá el olvido a devorar temblores irá la tierra alzando

mares.

Sueño del niño que muere en su Casa de Silencio en

El cielo del espanto, hierba de tristeza amor de nadie.

VIENTRE PROFETA SIN TIEMPO

Yo no soy de ningún siglo.

Vivo ausente del tiempo. Soy mi siglo como soy mi

sexo y mi delirio.

Soy el siglo liberado de toda fecha y penumbra.

Pero cuando muera, el profeta que hay en mí se

alzará como un niño sin moral y sin patria. Un niño loco con

lengua de alaridos. Entonces amanecerá en el millón de

Galaxias.

Madres del futuro; cuidado; cuando muera puedo

volver.

Entonces, ay, vientre que me aguardas, dulcísima

catedral de tinieblas.

LUNA DE HERODES

Si en la noche inmóviles policías sujetan perros de

boca en piedra, yo tiemblo. Quiero alejarme no puedo, como

en sueños

Entonces alzo la mano a mi pecho traspasado. No

sea que a lo lejos entre las selvas de hueso y aliento salga el

aullido de aquel que devora mis entrañas. Y aullando

prolongue en los perros guardianes un odio en silencio y

dientes, que por milenios me persigue.
Poema 9

Tocaremos la luna. Poseeremos el cráneo del
Sol.
Qué patria o cielo verbal ilumina al fuego
en su casa de líquidos esmaltes; carro de Elías,
purificación de las ciudades muertas, árbol místico de la sangre, agua y
sombra transparente, vitral de dioses aniquilados.
Sol antiverbal. Sol carnívoro en sonidos o silencios en el horizonte
frío de la tierra sin
pájaros.
Sol tigre.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

La poesía de Miguel Angel Bustos es de gran belleza. ¿Podemos perdonar a quienes la acallaron?

Javier

Anónimo dijo...

Gran poeta, soñador eterno. Hermosas y profundas las palabras de A. Spunberg.Felicitaciones, Silvia,



Nora P.

Anónimo dijo...

Las palabras de Spunberg nos prepran para entrar en la lectura de Miguel A. Bustos. Gran nostalgia de lo arrebatado. Mis felicitaciones,

Graciela Fel

Anónimo dijo...

Una poessía que si la leemos en profundidad pareciese estarse anticipando a lo que llegaría.Excelente elección,Silvia.
Un abrazo

Sebastián