24 de junio de 2008

Poemas de Dylan Thomas

Dylan Thomas,poeta

Dylan Thomas nació en Swamsea, Gales en 1914.Su imagen, romántica, desgarrada, responde a lo que la imaginación popular espera de un verdadero poeta. Un Maldito, Enfant Terrible de la literatura inglesa.Para un tiempo necesitado de mitos el perfil público de Dylan, gran virtuosismo, recitar sus propios poemas, vida bohemia y mucho alcohol ayudan a crear la leyenda. La poesía de Dylan Thomas desconcierta a la crítica y ejerce un influjo hipnótico sobre sus contemporáneos. Deja una huella inimitable en la literatura de su época.Su estilo es propio. Indiferente a las modas británicas y continentales – por ejemplo el surrealismo. Shakespeare, William Blake y D.H Lawrence son mencionados por él mismo como sus guías. Entre sus obras encontramos: Eighteen poems (1934),Twenty five poems (1936), Selected Poems, Retrato del artista cachorro (1940.novela biográfica) .Sus imágenes alcanzan una belleza difícil de igualar, su lectura es veces críptica, es un poeta muy difícil de ser traducido y se recomienda leerlo en su lengua de origen.Maestro de los juegos de palabras, de creación de neologismos, sustantivos a los que verbaliza, dijo Thomas:”-…quería escribir poesía porque me había enamorad de las palabras…Lo que las palabras representaban simbolizaban, tenía una importancia secundaria, lo que importaba era su sonido cuando las oía por primera vez en los labios de la remota e incomprensible gente grande que, por alguna razón, vivía en mi mundo.

Muere en New York en 1953. S.L

No entres dócilmente en esa buena noche

No entre dócilmente en esa buena noche,

Que al final del día debería la vejez arder y delirar;

Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola

POr el brillo con que sus frágiles olas pudieron haber

danzado en una verde bahía,

Se enfurecen, se enfurecen ante la muerte de la luz.

Y los locos, que al sol tomaron al vuelo en sus cantares,

Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían,

No entran dócilmente en esa buena noche.

Y los hombres graves, que cerca de la muerte con la vista

que se apaga

Ven que sus ojos ciegos pudieron brillar como meteoros

y ser alegres.

Se enfurecen, se enfurecen, ante la muerte de la luz.

Y tu, padre mío, allá en tu cima triste,

Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego.

No entre dócilmente es esa buena noche.

Enfurécete, enfurécete ante la muerte de la luz.

En mi oficio u hosco arte

en mi oficio u hosco arte

ejercido en la noche en calma

cuando sólo rabia la luna

Y los amantes descansan

Con sus penas en los brazos,

Trabajo a la luz cantora

No por ambición ni pan

lucimiento o simpatías

En los escenarios de marfil

sino por el común salario

de su recóndito corazón.

No para los soberbios aparte

de la rabiosa luna escribo

en estas páginas rociadas

por las espumas del mar

ni para los encumbrados muertos

con sus ruiseñores y sus salmos

sino para los amantes, sus brazos

abarcando las penas de los siglos,

que no elogian ni pagan ni

hacen caso de mi oficio o arte.

Las aguas de tu rostro

Donde una vez las aguas de tu rostro

giraron impulsadas por mis hélices, sopla tu áspero fantasma

los muertos alzan la mirada;

donde un día asomaron el pelo de los tritones

a través de tu hielo, el viento áspero navega

por la sal, la raíz, las huevas de los peces.

Donde una vez tus verdes nudos hundieron su atadura

en el cordón de la marea, allí camina ahora

el vegetal destejedor,

con tijeras filosas, empuñando el cuchillo

para cortar los canales en su origen

y derribar los frutos empapados.

Invisibles, tus mareas medidoras del tiempo

irrumpen en las camas galantes de las algas;

allí en torno a tus piedras sombras de niños van, que desde su vacío

lloran ante el mar colmado de delfines.

Secos como la tumba, tus coloreados párpados

no serán aherrojados mientras la magia se deslice

sabia sobre el cielo y la tierra;

habrá corales en tus lechos,

habrá serpientes en tus mareas.




Poemas de Alfredo Maxit

Alfredo Maxit, profesor en Letras, según sus propias palabras se adhiere a la poesía como un misterioso medio de conocimiento, con muchas preguntas y pocas respuestas y con una palabra concentrada y muy cuidada. Entre sus libros nombramos: Con las palabras (2005.), Des/habitaciones (2006.), Sombras de Luz (2007.). S.L.


Apuesta

Las palabras no van hacía el silencio.

Algún día alguien las encuentra

por las calles perdidas de los libros.

Las vuelve a abrir como una flor,

una puerta o una blusa

Las palabras no mueren con el hombre

que las puso a vivir en las esquinas

del dolor o el regocijo.

No callan del todo con certeza.

Les queda el soplo de la luz

alguna otra vez entre las hojas.

Empecinamiento

Vivir es mediar con las distancias.

Siempre hay un intento de la mano o el ojo

por retener las espumas, la brisa

la salutación colibrí sobre la rosa,

el porvenir del cäntaro que rompe.

Siempre hay un empecinamiento Sísifo

que compensa el sudor, cuando regresa,

con resquicios de arena entre los dedos.

Siempre.Un empecinamiento más.

Acto fallido. Adverbial mediación

que nos protege.

El otro lado

Todo poema intenta el otro lado,

las espaldas del lenguaje,

cuando balbucea el amor, la hermosura,

el dolor sin punto último, la zarza

que arde el universo.


Poemas de Oliverio Girondo


Oliverio Girondo (1892-1967) ocupa por su propia densidad, por su propio peso, un espacio absolutamente original, totalmente personal en el plano de la poesía argentina. Si por un lado es a la vez manifestación y la culminación de una persona, de un poeta, de un ser situado y singular, no menos nacional por más universal, también es al mismo tiempo la concreción de algunas de las tendencias más fecundas de esa poesía argentina de vanguardia de la primera mitad del siglo XX, ligadas en nuestro país a la revista Martín Fierro. S.L.

12

Se miran, se presienten, se desean,

se acarician, se besa, se desnudan,

se respiran, se acuestan, se olfatean,

se penetran, se chupan, se demudan,

se adormecen, despiertan, se iluminan,

se codician, se palpan, se fascinan,

se mastican, se gustan, se babean,

se confunden, se acoplan, se disgregan,

se aletargan, fallecen, se reintegran,

se distienden, se enarcan, se menean,

se retuercen, se estiran, se caldean,

se estrangulan, reaprietan, se estremecen,

se tantean, se juntan, desfallecen,

se repelan, se enervan, se apetecen,

se acometen, se enlazan, se entrechocan,

se agazapan, se apresan, se dislocan,

se perforan, se incrustan, se acribillan,

se remachan, se injertan, se atornillan,

se desmayan, reviven, resplandecen,

se derriten, se sueldan, se calcinan,

se desgarran, se mueren, se asesinan,

resucitan, se buscan, se refriegan,

se rehuyen,se evaden y se entregan


Corso

La banda de música le chasquea el lomo

para que siga dando vueltas

cloroformado bajo los antifaces

con su olor a pomo y a sudor

y su voz falsa

y sus adioses de naufragio

y su cabellera desgreñada de largas tiras de papel

que los árboles le peinan al pasar

junto al cordón de la vereda

desde las gentes

le tiran pequeños salvavidas de todos los colores

mientras las chicas

se sacan los senos de la s batas

para arrojárselos a las comparsas

que espiritualizan

en un suspiro de papel de seda

su cansancio de querer ser feliz

que apenas tiene fuerza para llegar

a la altura de las bombitas de luz eléctrica.


(Mar del Plata, febrero, 1921)

Poemas de Silvia Loustau

De: Mandala


XIX

al fin

no queda más

que un día desnudo.

un día de soles encendidos /

un día sin infancia /

un día de uvas rojas /

un día sin nombre.

sin estrellas.

un día en el que nadie encenderá las lámparas.

un día sin esperas /

ni acertijos / un día de espejos empañados.

el día que seremos

sólo

un puñado de cenizas.


XXX

conoce el lenguaje de los astros

su esplendorosa melodía

antes que el andante del tiempo comenzara.

años antes de su nacimiento

el augurio de luminarias y planetas

marcaban su destino

desde el primer centelleo del sol

al polvo de sus huesos.

todo lo que es y será

está anunciado

por el danzar del universo.

al paso del majestuoso crónica

anduvo de la oscuridad a la luz

aprendió el poder de lo escondido /

lo enterrado / lo inconsciente.

y supo

que el retorno será eterno.

XXXIII

la arena

del tiempo

sube

trepando entre los dedos.

vuelve a descansar

en la palma de la mano.

no ha cambiado

se estuvo transformando

en

lo que siempre

fue.

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XVIII

miró el mar

y no canto aleluya .

conoció la precariedad

de instantes grises

y no cantó aleluya.

transitó el sonido

de brillantes días

y no cantó aleluya.

se tocó

el cuerpo

estaba entero

y no cantó aleluya.

II

soy más que esta carne

estos huesos /

soy más que los propios hechos.

más que una mirada /

más aún de todo lo recordado .

alguien

extendió mi nombre

sobre el cristal del tiempo /

para que volase / como una grulla /

más allá del mar de los días.

Tangos de Cátulo Castillo

Poeta de San Juan y Boedo, Cátulo Castillo

Un 6 de agosto de 1906 llegó al mundo Ovidio Catulo Gonzalez Castillo. Consagrado como pianista, autor, compositor y periodista .Boedo lo vio crecer e integrarse a la peña de Pacha Camac. Catulín, como lo llamaban los amigos, era dueño de una particular ternura y sensibilidad, cualidades que hicieron posible la creación de obras de singular belleza.S.L

Una canción en la niebla

La niebla de la noche nos castiga

con una gris distancia de recuerdos.

La niebla de los puertos y la vida

que ronda con sus pasos de silencio.

Detrás está la luz de antiguos días

y el horizonte azul que yo presiento.

Mi soledad te espera en la neblina

con la canción que llora sin saberlo.

La niebla, carrusel,

y estamos solo

girando el carretel,

el carretel…

La niebla, carrusel,

que alguna noche

ha de acercarse con la sombra de él…

Una canción se filtra entre la niebla

con una gris mortaja de fantasma,

y el corazón se sienta en la vereda

para escuchar los ecos que se apagan.

Presiento que allí estas detrás del viento,

y que vendrás a mí como una sombra,

no sé de que distancia, ni de que puerto.

siguiendo la canción que no te nombre.


Tinta roja

Paredón,

tinta roja en el gris

del ayer…

tu emoción

de ladrillo feliz sobre mi callejón

con un borrón

pintó la esquina…

Y el botón

que en el ancho de la noche

puso el filo de la ronda

como un broche…

Y aquel buzón

carmín,

y aquel fondín

donde lloraba el tano

su rubio amor lejano

que mojaba con bon vin.

¿Dónde estará mi arrabal '?

¿Quién se robó mi niñez?

¿En que rincón, luna mía,

Volcás como entonces

tu clara alegría ´?

Veredas que yo pisé,

malevos que ya no son,

bajo tu cielo de raso

trasnocha un pedazo

de mi corazón.

Paredón,

Tinta roja en el gris

del ayer…

Borbotón

de mi sangre infeliz

que vertí en el malvón

de aquel balcón

que la escondía…

Yo no sé

si fue negro de mis penas

o fue rojo de tus venas

mi sangría...

Por qué llegó y se fue tras el carmín

y el gris,

fondín lejano

donde lloraba un tano

sus nostalgias de bon vin

De escritura y escritores

Escribir, por Marguerite Duras


Un escritor es algo extraño. Es una contradicción y también un sinsentido:Escribir también es no hablar. Es callarse. Es aullar sin ruido. Un escritor es algo que descansa, con frecuencia, escucha mucho. No habla mucho porque es imposible hablar a alguien de un libro que se ha escrito y sobre todo de un libro que se está escribiendo. Es imposible. Es lo contrario del cine, lo contrario del teatro y otros espectáculos. Es lo contrario de todas las lecturas. Es lo más difícil. Es lo peor.Porque un libro es lo desconocido, es la noche, es cerrado, eso es. El libro avanza, crece, avanza en las direcciones que creíamos haber explorado, avanza hacía su propio destino y el de su autos, anonadado por su publicación: su separación, la separación del libro soñado, como el último hijo, siempre el más amado.

Narrativa Juan Carlos Onetti


Mañana será otro día

La lluvia había dejado las Ramblas casi vacías y sólo quedaba gente agrupada en el café encristalado donde, desde meses atrás, no la dejaban entrar.

La Sonia, de pie en el portal de la casa vacía, vio que la lluvia pasaba fatigada, amansa llovizna, la vio cesar
mientras crecía el frío del viento, y pensó que aquello era un signo de buena suerte. Un poco más lejos, del otro lado del ancho paseo, las luces de la ciudad comenzaban a encenderse. Empezaba la noche y respirando el aroma tristón de su abrigo mojado, la Sonia pensó que también empezaba la esperanza. Sonrió, sin creer de verdad, como una niña a la que le recitaban un cuento ya oído e inverosímil.

Volvió a tantear la rizada peluca rubia y con gran cuidado- tenía las uñas muy largas- fue estirando las
medias caladas que sostenía el portaligas.

Volvió a sentir hambre y recordó que tenía un sándwich de jamón en el bolso. Pero no
podía estropear el dibujo de boca que se había hecho con el rouge y con tanto cuidado. También recordó que hasta fin de mes estaba en orden con la policía y se obligó a caminar, acercándose al borde de las aceras para sonreír a los coches, mover las caderas y detenerse fingiendo buscar algo en la enorme cartera. Pero nada, nadie, y sin dinero para probar suerte en los bares donde todavía le dejaban entrar.

Era la noche y después fue la
madrugada en el barrio sucio de la gran ciudad. Y Sonia, ya sin hambre, casi sin esperanzas continuaba caminando sobre el dolor de los tacones de aguja.

Se repitieron los diálogos breves con los hombres que pasaban.


— Vamos. ¿Vienes?

— Que te den por saco.


— Eso quiero. También yo te puedo dar si quieres enterarte.

Hombres y hombres y su asco por ellos. La luz limpia amenazaba llegar desde el puerto y las otras se iban apagando. Subió las escaleras pisando con las caras medias de seda. Abrió la puerta manchada — ¿Cómo te fue?

— Como la mierda, nena. Estoy hambriento. Creo que teníamos una lata de sardinas y quedó pan del
desayuno.

El chico, moreno y flaco se levantó de la cama y se puso a revolver el armario; dijo con voz de mimo y queja:

— Todavía no me besaste.

— Ahora.

Frente al espejo la Sonia se quitó la peluca y se acarició las
mejillas.

—Otra vez barbuda.

Después se desnudó y estuvo
mirando los pechos hinchados con parafina y el sexo que le colgaría tembloroso e inútil hasta después de las sardinas.



Las tres de la mañana

La última patada lo hizo chocar contra la pared gris de la celda. Golpeó con la cabeza y tal vez haya tenido tiempo, un segundo, para agradecer el desmayo, la inconsciencia, el olvido de los tormentos.

El milico cerró la puerta, colgó vertical la metralleta de la mano izquierda mientras con la otra rebuscaba en procura de un pañuelo para secarse la cara. Era joven y había mostrado, hasta que se lo prohibieron, un pequeño bigote que no quería crecer.

La celda sólo tenía un camastro con una tabla por colchón, un balde ya hediondo de viejos orines y excrementos y, muy alto, un cuadrilongo protegido por alambre.

Cuando creyó despertar, noche o mañana, frío y sudoroso, no supo quién era. Se fue acomodando a esta personalidad que los hacía feliz, que era feliz y estaba no sólo despegada de todo pasado sino también del tiempo.

Era el otro, con pasado y destino indiferentes, con lacra, con dolor, recuerdos y esperas. Él estaba libre de la vida, libre de tantos miles de hombres mierdas empeñados en que el vivir fuera inmundicia y espinas. Él estaba libre y lúcido, despojado de todo, como recién nacido. Eran las tres de la mañana, aunque él nada sabía de horarios. Las tres de la mañana, hora en que traen a Comandancia el camión negro abrumado de prostitutas, de llantos, risas y palabras sucias que tropiezan con el bajo techo y caen sin sentido o destino, sin lastimar, sin rozar siquiera a nadie. Palabras muertas de tan viejas, de vuelo lento y corto. Ya nada más que palabras, la nada. Eran las tres de la mañana y era posible sentir y crear la invisible presencia del otro a su lado; inmóvil y tal vez con su recuerdo de ahogos en una tina donde flotaba la mierda; de inefables corrientes eléctricas del pene a la nariz o al revés, alternas o permanentes. Sin recuerdo de las trompadas del primer mierda, caricias olvidadas.

Comprendía sin interés que en la Casa Grande había un exceso de bestezuelas con figura humana. Pero él quería retener, con las uñas que le quedaban, la felicidad titilante y la nada que nunca tuvo principio no fin. Simplemente estaba. No tenía importancia que el otro, por causa de la tristeza a su lado, su perdida mitad, construyera el poema inmortal erróneamente atribuido a Pavese, tan lejano de su estilo y preocupación.

Gracias a Artesanias.

Narrativa de Eduardo Galeano


Eduardo Galeano nació en 1940, en Montevideo. Allí fue jefe de redacción del semanario Marcha y director del diario Época .En 1973, en nuestro país, fundó la revista Crisis. Estuvo exiliado en Argentina y España. A principios de 1985 regresó a Uruguay.

Entre sus libros encontramos: Las venas abiertas de América Latina (1971.), La canción de nosotros (1975), los tres tomos de Memorias del fuego. En 1975 y 1978 Galeano obtuvo el premio Casa de Las Américas. Un estilo de voz baja, de pequeñas palabras, de diminutivos justos y un enorme compromiso con la causa de América y su cultura indígena, son el sello de este incomparable escritor. S.L


Los nadies

Sueñan las pulgas con comprarse un perro y sueñan los nadies con salir de pobres, que algún mágico día llueva de pronto la buena suerte, que llueva a cántaros la buena suerte; pero la buena suerte no llueve ayer, ni hoy, ni mañana, ni nunca, ni en lloviznita cae del cielo la buena suerte, por mucho que los nadies la llamen y aunque les pique la mano izquierda, o se levanten con el pie derecho, o empiecen el año cambiando de escoba.

Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada.

Los nadies: los ningunos, los ninguneados, corriendo la liebre, muriendo la vida ,jodidos, rejodidos:

Que no son, aunque sean.

Que no hablan idiomas, sino dialectos.

Que no profesan religiones, sino supersticiones.

Que no hacen arte, sino artesanías.

Que no practican cultura, sino folklore,

Que no son seres humanos, sino recursos humanos.

Que no tienen cara, sino brazos.

Que no tienen nombre, sino número.

Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local.

Los nadies, que cuestan menos que la bala que los mata.

Narrativa Elsa Jana

Al son del Carruaje

Ante la recomendación, Sara salió en busca del profesor de piano y regresó con él a casa. Dijo: -Papa, vamos a tu sillón-, y la escuché tomar el trinchante de hierro y acomodar los leños en la chimenea. De inmediato, el pshik pshik de la pala en la piedra; el crepitar de algunas chispas y el aroma del humo que, al decir de mi hija, olía a las canas de la abuela. Enseguida, me abrigó con la manta de mi madre cuyo cabello ceniza no me fue dado ver.Presté atención al entorno. Los pies descalzos de Sara iban y venían presurosos por las alfombras. La bandeja metálica sonó al contacto con el mármol de la mesita a mi lado. Sentí el vapor del té cayendo en las tazas; el ácido del limón exprimido dentro, y la mano solícita acercándomelo luego de revolver el azúcar. A continuación, el pffff del almohadón hundiéndose, al sentarse sobre él en el piso, apoyando la espalda contra el sillón, junto a mis piernas. Tras el empieza, papá, el film me atrapó desde el inicio, con un caballo trotando sobre suelo de hojas secas que arrastraba un carruaje. Cada tanto, las riendas sacudidas sobre el lomo, le pedían no ralentar el paso; y de fondo, pájaros acallando trinos y grillos en inicio de cri-criii. Seguro que el sol enredaba los últimos destellos en las primeras sombras que se estiraban entre los árboles. Con suma lentitud, el piano comenzó a regodear mi corazón con el vaivén de un carruaje, acunándome.. Desperté con un dueto de voces en batalla y pude imaginar los cuatro ojos tensos, enfrentándose en miradas enconadas. Oí quebrarse la voz de uno de los tenores y tras la exclamación de sorpresa, suspiros contenidos. Sara se limpió la nariz y, al acariciarle el rostro, comprobé que lloraba; entonces guardé silencio por no quebrarle la emoción. Segundos después, estallaron aplausos entre murmullos y llantos que se apagaban en un silencio hondo, angustiándome. De nuevo el carruaje por el paisaje del comienzo con fondo de piano. Lo oí detenerse. Chirriaron las visagras y, por el clang del desenganche, supe que se abría la portezuela; dos pares de pies apuraron el paso sobre el crapsh crapsh de las hojas e ingresaron a algún lugar. Tras ellos, el solo de un reloj en ritmo pendular marcaba el rumor del viento... uno que coincidía con el que, por la ventana del living, elevaba la cortina de gasa hacia mi sillón. A destiempo con la voz femenina en canto de jilguero que se apropiaba del entorno, tomándome de la mano, Sara me ofrecía otro té.






Elsa Jana (Israel)

3 de junio de 2008

Poema de Juan Carlos Onetti


Historia de amor a través de la poesía - I

Juan Carlos Onetti- Idea Vilariño


Juan Carlos Onetti ( Montevideo-1909-Madrid 1994) Escribió sólo tres poemas en su vida. Dedicadas a Idea Vilariño, con quien sostuvo una larga y tormentosa historia de amor. Un amor desgarrador y pasional .Entrelazaremos a ambos a partir de sus poemas.

S.L.


Y el pan nuestro

Sólo conozco de ti

la sonrisa gioconda

con labios separados

el misterio

mi terca obsesión

de desvelarlo

y avanzar porfiado

y sorprendido

tanteando tu pasado

Sólo conozco

la dulce leche de tus dientes

la leche plácida y burlona

que me separa

y para siempre

del paraíso imaginado

del imposible mañana

de paz y dicha silenciosa

de abrigo y pan compartido

de algún objeto cotidiano

que yo pudiera llamar

nuestro.


Querida Litty

Desde hace meses

con inusitada frecuencia

no me deja el cartero cartas tuyas.

Será amnesia del hombre

o tal vez las apile

en un rincón limpio

de su cuarto de soltero

solterón

y algún día me las traiga

cinta rosa

todas juntas

como un banquete

para el olvidado hambriento

que puede imaginarse

desde ahora

una clara catarata

de ternuras y recuerdo


Juan Carlos Onetti

Poemas cedidos por Artesanías Literarias


Poemas de Idea Vilariño

Poemas a Juan C. Onetti


Idea Vilariño nació en
Montevideo. A los 80 años conserva la misma sonrisa”giocodeana” que atrajo al escritor Juan C. Onetti medio siglo atrás. El hombre que inspiró su poesía amorosa y el último hombre del que debía enamorarme, pero del que se enamoró el mismo día que se conocieron. Signado por la pasión, las despedidas, el distanciamiento, la relación se mantuvo a lo largo de la vida de Onetti, aunque estuviese casado.

Quince días antes de morir Onetti le escribió a Idea una extensa carta en la que relata un sueño amoroso con ella. Mientras viva la esposa de Onetti no se publicará la inmensa correspondencia que el escritor le envió a la poeta.

Idea tiene una mirada triste, pero sonríe, siempre sonríe, como desmintiendo una vida marcada por la enfermedad, pero vivida intensamente.

S.L


Estoy aquí

Estoy aquí

en el mundo

en un lugar del mundo.

esperando

Ven

o no vengas

yo

me estoy aquí

esperando


Ya no

Ya no será

ya no

no viviremos juntos

no criaré a tu hijo

no coseré tu ropa

no te tendré de noche

no te besaré al irme

nunca sabrás quien fui

por que me amaron otros

No llegaré a saber

por qué ni cómo nunca

y si era de verdad

lo que dijiste que era

ni quién fuiste

ni que fui para ti

ni como hubiera sido

vivir juntos

querernos

esperarnos

estar.

Ya no soy más que yo

para siempre y tú

ya

no serás para mí

más que tú. Ya no estás

en un día futuro

no sabré donde vives

con quien

ni si te acuerdas.

No me abrazarás nunca

como esa noche

nunca.

No volveré a tocarte.

No te veré morir.


Y que

Tomo tu amor

y qué

te doy mi amor

y qué

tendremos tardes noches

embriagueces

veranos

todo el placer

toda la dicha

toda la ternura.

Y qué.

Siempre estará faltando

la honda mentira

el siempre.

Idea Vilariño


Poemas de Silvia Loustau


1

qué hay del otro lado del espejo

acaso relojes marcando

horas anteriores.

ayeres cansados de existir.

un Golem vivo para siempre.

emet* escrito en letras de oro

la e imposible de borrar.

vida en infinito.

ausencia de maná y miel

un lejano volar de mil campanas

anunciando el suspiro final.


2

qué hacer

con este otoño

sin autor ni dueño.

qué hacer

con la juventud de la s rosas

y el rocío cantando un aria en la ventana.

qué hacer

con esta certeza de viaje postergado

de tiempo que no vuelve

con manos ateridas

ante ausencia de otras manos.

qué hacer

con este ramo de violetas

y esta mariposa

que no ha olvidado el vuelo de la infancia.

qué hacer.

¿dónde crece / la raíz del miedo?

3

crece en los silenciosos

cuadrantes de la noche.

entre hierbas de espino azul.

en lagrimales secos

a la sombra del incesto

en sobrevuelo de cuervos

en la silla de un juzgado.

en la graduación oscura

marcada por relojes infernales.

crece en pequeños mares arrugados.

junto a cuerpos

devueltos por las olas

nido de un infausto arcano.

en las alas del tiempo

que voló.

*emet= vida en hebreo/borrando la e,met= muerte