22 de abril de 2010

La Libreria Fray Mocho expuso durante todo el mes de Marzo el Poema 12.000 días en Homenaje a los Compañeros Desaparecidos





Apenas se accedía a la Libreria- Café Fray Mocho estaban expuesto dos libros acerca de los compañeros desaparecidos y en el medio el poema de mi autoría 12.000 Días.

Uno de los libros expuestos tenia cientos y cientos de rostros que nos miran desde allí,los compañeritos.

Entrada a Fray Mocho acariciada por el tibio sol de Marzo.

Agradezco a Esteban , quien se encarga de hacer estas mini exposiciones y toda la gente de la Libreria, por sus atenciones, sus búsquedas de libros, sus conocimientos, los ricos cafés que acompañan muchas horas de escritura en un sitio cálido y amigo.

Silvia

Fotos tomadas por Anibal Sciorra, con quien pasamos horas , en esos días, conversando allí.

17 de abril de 2010

Texto y Poemas de Silvia Loustau





Mariposas negras

Alguien apoyó su mano en mi hombro. No veo su rostro. Nos veo caminar por un pasadizo muy largo, muy oscuro. Todo cruje. Como el viento lejano del Pacífico.
Nos veo entrando en una estancia inmensa .Percibo olor a canelo quemado. A azufre. Los ventanales están tapados. En la oscuridad pisamos ramas muertas. En el centro de la habitación ha crecido un árbol, los gajos están secos y en ellos hay mariposas quietas. Marchitas. Algo brilla. Tarros de cristal llenos de mariposas, como pétalos lánguidos. Una tabla de arrayán donde una mariposa clavada aún aletea. Resiste.
Quiero gritar. Gritar. Un dedo se apoya sobre mis labios. Huele a ortigas. Una mano pone sobre mi pecho mariposas rojas. Mariposas negras. Quiero gritar. No grites dice la voz a mi lado, No grites. Todos morirán, como las mariposas. Clavados. Rojos y negros hundidos en el océano.
El ruido de una ola rompiendo sobre cristales astillados me despierta.
Grito. Grito en medio de la madrugada. Me siento en la cama, tomada de las rodillas lloro. De manera imparable lloro. Lloro por el canelo quemado, por el Oso, por Marga, por Traful, por. Lloro por las mariposas. Lloro, lloro, creo, también por nosotros. Descargo el corazón.
José me arrulla.
-Contame- murmura- contame, amor.

A las puertas del amanecer se reflejaron las mariposas negras.


(Texto onírico perteneciente a una novela en trabajo de elaboración)

XX

la muerte

compañía que no veré

en el fondo de las miradas

que han sostenido mi vida.


XXV
espío
el páramo de instantes
escondidos / atesorados
en cada rayo del aire
parada
donde la nada
toma mi mano
recorro
la muralla de los nombres.


( de: exilios y desexilios)

Ámsterdam-Buenos Aires – Ámsterdam por Silvia Loustau , y la traducción al búlgaro de la poeta Violeta Bóncheva












a ana frank, en ella a mis compañeras.

te encontré en mi infancia
entre mis propias enfermedades
y catástrofes familiares.
te imaginé paseando / algún domingo /
en una pequeña embarcación /
entre la bruma de Amsterdam /
mientras yo me ahogaba en la niebla
de este sur.
escuché tu voz pequeña /
como envuelta en un pañuelo de seda.
observé
como crecíamos
la piel tan lisa /
de hostia transparente
sobre un pubis que iba anocheciendo.
te perdí y te encontré
entre alambradas
con tu corazón irradiando luz.
te vi
clara / como una estrella entre cristales.
me acompañaste en mis desastres
más incorruptibles/
con dedos de humo
me sostuviste el alma
en los desolados tiempos del chacal.
nos encontraremos algún día /
ostentado nuestro aspecto distraído /
entrando en un bar /
en Ámsterdam o en Buenos Aires /
y nos abrazaremos con todos los amigos /
en un brindis final.

СИЛВИЯ ЛОУСТАУ - Silvia Loustau


Аржентина – Argentina

Амстердам – Буенос Айрес – Амстердам


На Ана Франк и чрез нея – на моите приятелки

a Ana Frank, y en ella a mis compañeras.

срещнах те в детството си
между моите собствени боледувания
и фамилни катастрофи.
представих си те
когато се разхождах /беше неделя/
в един малък кораб сред мъглата на Амстердам
докато се задушавах от нея
в този юг.
чух твоя глас
моя малка
/като милувка на шалче копринено/
наблюдавах
как растяхме
ти с гладка кожа –
като на жертва прозрачна
покрила нежния пубис
който вече потъмняваше

загубих те и те намерих
между телените мрежи
заедно с твоето сърце
което излъчваше светлина

видях те светла
/като звезда между кристали
придружаваше ме сред моите кошмари
все по-неподатлива на поквара/
с пръсти от дим подкрепяше душата ми
в мрачните дни на чакала.
ние отново ще се срещнем някой ден
/показвайки запусната външност
влизайки в някой бар
в Амстердам или Буенос Айрес/
и ще се прегърнем с всички приятели
за една последна наздравица.

Traducido `por la poeta y embajadora de Poetas del Mundo en su país Bulgaria : Violeta Boncheva

Este poema será leído Palabra en el mundo, dedicado a la poesía latinoamericana, en representación de mi país-

Todas mi agradecimiento a Violeta por su trabajo constante con mi poesía.

Poema de Pere Bessó–La belleza de la palabra y el compromiso



En este número del blog , dedicado a Miguel Hernadez, elegí este poema del poeta Peré Besso,Valencia, comprometido no sólo con la palabra, buscando la belleza ;su estilo que se adapta a lo que decía Nietzche :El estilo debe mostrar que uno cree en sus pensamientos, no sólo que los piensa, sino que los siente .Porque sé que en el centro del corazón de Pere crece una rosa roja, elijo este poema cuyo tono se adapta a lo que hoy queremos recordar, a Miguel Viento del Pueblo y en el a todos los que han luchado, y luchan todavía .







ELS FLUENTS DEL PALP POR PERE BESSÓ

A Carmelina Sánchez-Cutillas

Les meues mans
tenen l’afluència dels rius,
l’emprenta dels dits als capcirons de la rosa humida,
la rosa gebrada en les dunes de la consciència,
testimoniatges dels raigs del sol en blat moro,
geografia en la pedra rosetta del fals desert,
el palp del gerro oblidat en les arenes del somni del desert,
la còpia del jo sóc l’altre,
destravat,
refet subjecte del poema.
Les meues mans acaronen l’arena agarena,
el pou del desert en la boca inabastable de gerro
que amb prou feines justifica la buidesa de les paraules,
la mera hipòtesi del desamor a destralades,
la crema de la romeguera
que sí es consumeix amb greix de porc
en la festa de Sant Antoni,
quan els quints es la deixen llepar
per Viliento,
el primogènit,
el comte del Pla de Blai
a la porta del cementeri.
Les meues mans tenen el tacte del forrellat de la garjola
amb excrements,
coneixen la maquinació del gest,
la muda del pensar,
la memòria lleu,
la sorpresa de l’estalonament del mannà.
A cadascun, però, el seu sant Martí,
el destí
el desencert,
la potejada de la vida mesurada,
El descompassament del veïnatge,
el beguinatge,
la por –no la joia- de viure,
la vida menuda de les mans que s’alcen.


LOS FLUENTES DEL PALPO

A Carmelina Sánchez-Cutillas

Mis manos
tienen la afluencia de los ríos,
la huella de los dedos en las yemas de la rosa húmeda,
la rosa rociada en las dunas de la consciencia,
testimonios de los rayos del sol en trigo moro,
geografía en la piedra rosetta del falso desierto,
la palpa del jarrón olvidado en las arenas del sueño del desierto,
la copia del yo soy el otro,
destrabado,
rehecho sujeto del poema.
Mis manos acarician la arena agarena,
el pozo del desierto en la boca inalcanzable de jarro
que con dificultad justifica la vaciedad de las palabras,
la mera hipótesis del desamor a hachazos,
la quema de la zarza
que sí se consume con grasa de puerco
en la fiesta de San Antón,
cuando los quintos se la dejan lamer
por Viliento,
el primogénito,
el conde del Llano de Blas,
a la puerta del cementerio.
Mis manos tienen el tacto del cerrojo de la celda
con excrementos,
conocen la maquinación del gesto,
la muda del pensar,
la memoria leve,
la sorpresa del apuntalamiento del maná.
A cada quien, sin embargo, su san Martín,
el destino
o el desatino,
el pisoteo de la vida mesurada,
el desacompasamiento del vecinaje,
el beguinaje,
el miedo –no el gozo- de vivir,
la vida menuda de las manos que se alzan.

No olvidar, apoyo al Juez Garzón

Poemas de Miguel Hernadez –Homenaje a 100 años de su nacimiento


2010 será el año de Miguel Hernández. Tenemos por delante 12 meses para conmemorar la figura del poeta alicantino en el centenario de su nacimiento. Miguel Hernández (1910-42), muere en una oscura cárcel franquista, aún quedan muchos puntos por aclarar en la breve y apasionada vida del autor de El rayo que no cesa y Viento del pueblo. ¿Qué mujeres inspiraron sus encendidos versos de amor?¿Quién evitó que fuera fusilado, a pesar de haber sido condenado a muerte en un consejo de guerra sumarísimo? ¿Quién o quiénes fueron los responsables de que no saliera vivo de prisión? Misterios que aún rodean la vida y la muerte del poeta de Orihuela ,aquel joven «ciegamente generoso», en palabras de Vicente Aleixandre, cuyo compromiso con la vida, en todas sus manifestaciones, le llevó a cantar con igual entrega la fuerza del deseo, la plenitud de la naturaleza, y la honda grandeza del sufrimiento humano.

Elegía a Ramón Sijé

(En Orihuela, su pueblo y el mío, se
me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
a quien tanto quería)

Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracolas
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.

Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofes y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de las flores
pajareará tu alma colmenera

de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.

A las ladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

(El rayo que no cesa)

LA BOCA

Boca que arrastra mi boca:
boca que me has arrastrado:
boca que vienes de lejos
a iluminarme de rayos.

Alba que das a mis noches
un resplandor rojo y blanco.
Boca poblada de bocas:
pájaro lleno de pájaros.
Canción que vuelve las alas
hacia arriba y hacia abajo.
Muerte reducida a besos,
a sed de morir despacio,
das a la grama sangrante
dos fúlgidos aletazos.
El labio de arriba el cielo
y la tierra el otro labio.

Beso que rueda en la sombra:
beso que viene rodando
desde el primer cementerio
hasta los últimos astros.
Astro que tiene tu boca
enmudecido y cerrado
hasta que un roce celeste
hace que vibren sus párpados.

Beso que va a un porvenir
de muchachas y muchachos,
que no dejarán desiertos
ni las calles ni los campos.

¡Cuánta boca enterrada,
sin boca, desenterramos!

Beso en tu boca por ellos,
brindo en tu boca por tantos
que cayeron sobre el vino
de los amorosos vasos.
Hoy son recuerdos, recuerdos,
besos distantes y amargos.

Hundo en tu boca mi vida,
oigo rumores de espacios,
y el infinito parece
que sobre mí se ha volcado.

He de volverte a besar,
he de volver, hundo, caigo,
mientras descienden los siglos
hacia los hondos barrancos
como una febril nevada
de besos y enamorados.

Boca que desenterraste
el amanecer más claro
con tu lengua. Tres palabras,
tres fuegos has heredado:
vida, muerte, amor. Ahí quedan
escritos sobre tus labios.

EL TREN DE LOS HERIDOS

Silencio que naufraga en el silencio
de las bocas cerradas de la noche.
No cesa de callar ni atravesado.
Habla el lenguaje ahogado de los muertos.

Silencio.

Abre caminos de algodón profundo,
amordaza las ruedas, los relojes,
detén la voz del mar, de la paloma:
emociona la noche de los sueños.

Silencio.

El tren lluvioso de la sangre suelta,
el frágil tren de los que se desangran,
el silencioso, el doloroso, el pálido,
el tren callado de los sufrimientos.

Silencio.

Tren de la palidez mortal que asciende:
la palidez reviste las cabezas,
el ¡ay! la voz, el corazón la tierra,
el corazón de los que malhirieron.

Silencio.

Van derramando piernas, brazos, ojos,
van arrojando por el tren pedazos.
Pasan dejando rastros de amargura,
otra vía láctea de estelares miembros.

Silencio.

Ronco tren desmayado, enrojecido:
agoniza el carbón, suspira el humo
y, maternal la máquina suspira,
avanza como un largo desaliento.

Silencio.

Detenerse quisiera bajo un túnel
la larga madre, sollozar tendida.
No hay estaciones donde detenerse,
si no es el hospital, si no es el pecho.

Para vivir, con un pedazo basta:
en un rincón de carne cabe un hombre.
Un dedo solo, un solo trozo de ala
alza el vuelo total de todo un cuerpo.

Silencio.

Detened ese tren agonizante
que nunca acaba de cruzar la noche.

Y se queda descalzo hasta el caballo,
y enarena los cascos y el aliento.

MENOS TU VIENTRE

Menos tu vientre,
todo es confuso.
Menos tu vientre,
todo es futuro
fugaz, pasado
baldío, turbio.
Menos tu vientre,
todo es oculto.
Menos tu vientre,
todo inseguro,
todo postrero,
polvo sin mundo.
Menos tu vientre,
todo es oscuro.
Menos tu vientre
claro y profundo.

A Miguel Hernández, asesinado en los presidios de España por Pablo Neruda







LLEGASTE a mí directamente del Levante. Me traías,
pastor de cabras, tu inocencia arrugada,
la escolástica de viejas páginas, un olor
a Fray Luis, a azahares, al estiércol quemado
sobre los montes, y en tu máscara
la aspereza cereal de la avena segada
y una miel que medía la tierra con tus ojos.

También el ruiseñor en tu boca traías.
Un ruiseñor manchado de naranjas, un hilo
de incorruptible canto, de fuerza deshojada.
Ay, muchacho, en la luz sobrevino la pólvora
y tú, con ruiseñor y con fusil, andando
bajo la luna y bajo el sol de la batalla.

Ya sabes, hijo mío, cuánto no pude hacer, ya sabes
que para mí, de toda la poesía, tú eras el fuego
azul.
Hoy sobre la tierra pongo mi rostro y te escucho,
te escucho, sangre, música, panal agonizante.

No he visto deslumbradora raza como la tuya,
ni raíces tan duras, ni manos de soldado,
ni he visto nada vivo como tu corazón
quemándose en la púrpura de mi propia bandera.

Joven eterno, vives, comunero de antaño,
inundado por gérmenes de trigo y primavera,
arrugado y oscuro como el metal innato,
esperando el minuto que eleve tu armadura.

No estoy solo desde que has muerto. Estoy con los que
te buscan.
Estoy con los que un día llegarán a vengarte.
Tú reconocerás mis pasos entre aquellos
que se despeñarán sobre el pecho de España
aplastando a Caín para que nos devuelva
los rostros enterrados.

Que sepan los que te mataron que pagarán con sangre.
Que sepan los que te dieron tormento que me verán
un día.
Que sepan los malditos que hoy incluyen tu nombre
en sus libros, los Dámasos, los Gerardos, los hijos
de perra, silenciosos cómplices del verdugo,
que no será borrado tu martirio, y tu muerte
caerá sobre toda su luna de cobardes.
Y a los que te negaron en su laurel podrido,
en tierra americana, el espacio que cubres
con tu fluvial corona de rayo desangrado,
déjame darles yo el desdeñoso olvido
porque a mí me quisieron mutilar con tu ausencia.

Miguel, lejos de la prisión de Osuna, lejos
de la crueldad, Mao Tse-tung dirige
tu poesía despedazada en el combate
hacia nuestra victoria.
Y Praga rumorosa
construyendo la dulce colmena que cantaste,
Hungría verde limpia sus graneros
y baila junto al río que despertó del sueño.
Y de Varsovia sube la sirena desnuda
que edifica mostrando su cristalina espada.

Y más allá la tierra se agiganta,
la tierra
que visitó tu canto, y el acero
que defendió tu patria están seguros,
acrecentados sobre la firmeza
de Stalin y sus hijos.
Ya se acerca
la luz a tu morada.
Miguel de España, estrella
de tierras arrasadas, no te olvido, hijo mío,
no te olvido, hijo mío!
Pero aprendí la vida
con tu muerte: mis ojos se velaron apenas,
y encontré en mí no el llanto,
sino las armas
inexorables!
• Espéralas! Espérame!

Pablo, Pablo de América recuerda a Miguel, Viento del Pueblo




Recordar a Miguel Hernández que desapareció en la oscuridad y recordarlo a plena luz, es un deber de España, un deber de amor. Pocos poetas tan generosos y luminosos como el muchachón de Orihuela cuya estatua se levantará algún día entre los azahares de su dormida tierra. No tenía Miguel la luz cenital del Sur como los poetas rectilíneos de Andalucía sino una luz de tierra, de mañana pedregosa, luz espesa de panal despertando. Con esta materia dura como el oro, viva como la sangre, trazó su poesía duradera. ¡Y éste fue el hombre que aquel momento de España desterró a la sombra! ¡Nos toca ahora y siempre sacarlo de su cárcel mortal, iluminarlo con su valentía y su martirio, enseñarlo como ejemplo de corazón purísimo! ¡Darle la luz! ¡Dársela a golpes de recuerdo, a paletadas de claridad que lo revelen, arcángel de una gloria terrestre que cayó en la noche armado con la espada de la luz!
Miguel Hernández

Uno de los amigos de Federico y Rafael era el joven poeta Miguel Hernández. Yo lo conocí cuando llegaba de alpargatas y pantalón campesino de pana desde sus tierras de Orihuela, en donde había sido pastor de cabras. Yo publiqué sus versos en mi revista Caballo Verde y me entusiasmaba el destello y el brío de su abundante poesía.

Miguel era tan campesino que llevaba un aura de tierra en torno a él. Tenía una cara de terrón o de papa que se saca de entre las raíces y que conserva frescura subterránea. Vivía y escribía en mi casa. Mi poesía americana, con otros horizontes y llanuras, lo impresionó y lo fue cambiando.

Me contaba cuentos terrestres de animales y pájaros. Era ese escritor salido de la naturaleza como una piedra intacta, con virginidad selvática y arrolladora fuerza vital. Me narraba cuán impresionante era poner los oídos sobre el vientre de las cabras dormidas. Así se escuchaba el ruido de la leche que llegaba hasta las ubres, el rumor secreto que nadie ha podido escuchar sino aquel poeta de cabras.

Otras veces me hablaba del canto de los ruiseñores. El Levante español, de donde provenía, estaba cargado de naranjos en flor y de ruiseñores. Como en mi país no existe ese pájaro, ese sublime cantor, el loco de Miguel quería darme la más viva expresión plástica de su poderío. Se encaramaba a un árbol de la calle y, desde las más altas ramas, silbaba o trinaba como sus amados pájaros natales.

Como no tenía de qué vivir le busqué un trabajo. Era duro encontrar trabajo para un poeta en España. Por fin un vizconde, alto funcionario del Ministerio de Relaciones, se interesó por el caso y me respondió que sí, que estaba de acuerdo, que había leído los versos de Miguel, que lo admiraba, y que éste indicara qué puesto deseaba para extenderle el nombramiento. Alborozado dije al poeta:

- Miguel Hernández, al fin tienes un destino. El vizconde te coloca. Serás un alto empleado. Dime que trabajo deseas ejecutar para que decreten tu nombramiento.

Miguel se quedó pensativo. Su cara de grandes arrugas prematuras se cubrió con un velo de cavilaciones. Pasaron las horas y sólo por la tarde me contestó. Con ojos brillantes del que ha encontrado la solución de su vida, me dijo: -¿No podría el vizconde encomendarme un rebaño de cabras por aquí cerca de Madrid?

El recuerdo de Miguel Hernández no puede escapárseme de las raíces del corazón. El canto de los ruiseñores levantinos, sus torres de sonido erigidas entre la oscuridad y los azahares, eran para él presencia obsesiva, y eran parte del material de su sangre, de su poesía terrenal y silvestre en la que se juntaban todos los excesos del color, del perfume y de la voz del Levante español, con la abundancia y la fragancia de una poderosa y masculina juventud.

Su rostro era el rostro de España. Cortado por la luz, arrugado como una sementera, con algo rotundo de pan y de tierra. Sus ojos quemantes, ardiendo dentro de esa superficie quemada y endurecida al viento, eran dos rayos de fuerza y de ternura.

Los elementos mismos de la poesía los vi salir de sus palabras, pero alterados ahora por una nueva magnitud, por un resplandor salvaje, por el milagro de la sangre vieja transformada en un hijo. En mis años de poeta, y de poeta errante, puedo afirmar que la vida no me ha dado contemplar un fenómeno igual de vocación y de eléctrica sabiduría verbal.

España en el corazóN

VOCES AMIGAS


Marchando por Pablo Tambella (canción-milonga) Mar del Plata


BAJO EL FAROL DE LAS SOMBRAS
TANTOS BESOS SE AFANARON
Y LA RONDA QUE LOS NOMBRA
MADRES-ABUELAS MARCHANDO.

SON LA POESIA ENCARNADA
QUE PUSO EL CUERPO AL ESPANTO
FRENTE A TRAICIONES Y ARRUGUES
MADRES-ABUELAS MARCHANDO.

LA ESGRIMA DE LA MEMORIA
QUIEBRE Y GAMBETA DEL ALMA
PUEBLO DE AMOR ALERTA
MADRES-ABUELAS MARCHANDO.

Y LOS HIJOS DE LOS HIJOS
SON BANDONEONES LLORANDO
HASTA QUE SE RECONOCEN
MADRES-ABUELAS MARCHANDO.

ZURCIERON GENERACIONES
A UN CORAZON HECHO TRAPO
SE DERRUMBAN LOS GUIÑOLES
MADRES-ABUELAS MARCHANDO

CON PAÑALES DE PAÑUELO
MUDO RECLAMO AL OLVIDO
BLANCA METAFORA ANIDA
MADRES-ABUELAS MARCHANDO

¡Y LOS HIJOS DE LOS HIJOS
SON BANDONEONES LLORANDO
HASTA QUE SE RECONOCEN

MADRES-ABUELAS MARCHANDO !

Pablo Tambella reside en Mar del Plata- Dramaturgo- Pintor y escritor



Yo Vengo de otras memorias por Teresa Coraspe - Venezuela



A Jorge Bousoño quien sin saberlo

dejó la puerta abierta

esa puerta negra y oscura

por donde entra y sale el mar


A los poetas de afuera y de adentro

porque todos son un país

y particularmente a Reynaldo Arenas:

“Hoy

No iremos al mar

porque el mar es la memoria

de algo sagrado que no podemos descifrar

y que nos golpea” (R.A)




Yo vengo de otras memorias

de las voces abandonadas por los náufragos

desde esas grandes torres del mar encima de las islas

vengo donde fueron enterradas tantas vidas

he vuelto aunque algunos fueron tapiados con piedras

y pudieron salir porque los gritos de la mar y la luz del faro// guiaron sus pisadas sobre las olas en la alta noche hasta las arenas que dieron refugio a sus brazos

cansados

y sus voces que se creían perdidas

danzaron el mundo porque el ritual del olvido

no llegó a sus rodillas y se llevó el universo entre los ojos con ese amor de aguas y azules

Sus cenizas sonríen ante la mínina apertura de una puerta cerrada

una palabra otra, falsa y cómplice ¿será suficiente

para ahogar los gritos de los que fueron obligados

a partir?

La mar es un grave misterio y danza en cada ola

Su silencio.


24 de todos los marzo...por Miguel Longarini- 9 de Julio ( prov. Buenos Aires

Se olfateaba que los mamarrachos politicones
andaban armando el traspaso de la democracia
con los segurones milicos de turno.
La historia de brujos, brujas y caudillos
pasaba a la leyenda.
La sociedad –socia- ausente de golpeadores
y llenos de extrañeza de marchas y desfiles
de los hombres-botas y patrios bigotes,
confabulaban en los rincones.
Y así fue, que suscribieron la entrega
de la sangre a un sistema,
que des-argentinizara la memoria.
La otra sociedad, la de los jóvenes, los artistas,
los soñadores, los poetas; Acorazonados luchadores
de días nuevos y urgentes primaveras;
Amorosamente soñando,
enfrentaron los peores horrores de la historia.
Decretos de exterminación y aniquilamiento
firmaron los políticos, hoy todavía políticos.
Y comenzaron las muertes y torturas
de la mano de milicos, hoy todavía milicos...
Nada se veía ni decía por más que el verdugo
se sentara en la mesa de los comedores de curas,
funcionarios o señores que nunca se metían en nada...
Así, con el gris dictador y las tristes noches
comenzó la terrible década del terror en el nombre:
del esperado y acompañado orden cultural y económico...
Así fueron terminando la ternura, la belleza, la utopía
de quienes subversivamente pensaban.
Así mataron, así torturaron, así robaron
los mandantes y mandados.
Dejando un país poblado de ausentes.
Así callaron quienes debían hablar.
Así, tan así, que en cada 24 de marzo
de todos los marzo de la vida.
La memoria.
La mía, la tuya, la de los desmemoriados,
Siente que por más olvido que quieran comprar,
existen hombres y mujeres, jóvenes y niños,
que memoriosamente están...
¡Hartos de olvidar!


A través de los girasoles por Cecilia Glanzmann - Trelew


¡Ah! Van Gohg, mi ser se acerca más y más a tu ser

tus girasoles... son también mis girasoles,

tus sombras y tu escasa, pero brillante luz,
la que atisbaste, apenas, en la Tierra,
la que veías esperaba en lo Cósmico
vibran
en mi palabra y en mi ahogada voz,
en mis ojos humedecidos y en mi esperanza
en tus ojos azules, Vincent Van Gogh,

en esos tus ojos azules de cielo

... de Cielo profundo y claro de Justicia.


(en Ritual de las cigarras, Summa Poética, Vinciguerra, Bs.As. 2005)

Gracias a todos por participar con su palabra. Los abrazo

Cuadro de Alejandro Mensi

Busquémolos, aun faltan 400 hijos de nuestros compañeros




Faltan encontrar, aún, 400 hijos de nuestros compañeros.

Si tienes dudas sobre tu origen,, si alguien tiene datos o dudas dirigirse a Abuelas de Plaza De Mayo.

Hasta que el último de los nietos, el último de los hijos de nuestros compañeros , no regresen a su familia , que los busca, viviremos en un sociedad perversa. No seámos cómplices.

Letras Argentinas.- Las Mujeres no esperan por Miguel Briante



Miguel Briante Datos biográficos

El escritor Miguel Briante nació en General Belgrano (provincia de Buenos Aires) un 19 de mayo de 1944, y murió allí mismo, hace poco pero para muchos antes de tiempo, el 25 de enero de 1995. A los diecisiete años ganó con su relato "Kincón" el Primer Premio del Segundo Concurso de Cuentistas Americanos (premio organizado por la revista El escarabajo de oro y que compartió con Piglia, Rozenmacher, Gettino y Villegas Vidal). Su primer libro de relatos, Las hamacas voladoras, fue publicado por Falbo Editor en 1964 y luego reeditado por Puntosur y Página/12. En 1993 Alfaguara publicó una nueva versión de su única novela, Kincón, originariamente aparecida en 1975 bajo el sello venezolano Monte Avila. Sus otros dos libros de relatos, muchos de los cuales forman parte de antologías del género, fueron Hombre en la orilla (Editorial Estuario, 1968), y Ley de juego (Folios Ediciones, 1983).
Briante ejerció los oficios de periodista y crítico de arte con la misma lucidez que ponía en sus textos literarios. Aparte de los catálogos, críticas de arte en revistas internacionales y colaboraciones en medios como La Voz, Artinf y Vogue, entre 1967 y 1975 trabajó para Confirmado, Primera Plana, Panorama y La Opinión, entre 1977 y 1979 fue Jefe de Redacción de Confirmado, entre 1982 y 1984 fue Jefe de Redacción de El Porteño, y desde 1987 hasta su muerte estuvo a cargo de artes plásticas en Página/12. Los artistas argentinos también recuerdan su paso por el Centro Cultural Recoleta, primero como Asesor (1989-90), y luego como Director (1990-93).


Entre sus obras:

* Las hamacas voladoras (1964). Falbo Editor. Reeditadopr Punto Sur y Página/12
* Hombre en la orilla (1968). Editorial Estuario.
* Ley de juego (1983). Folios Ediciones.
o Ley de juego
o Capítulo primero
o De más lejos
* Kincón (1975). Monte Avila, Venezuela.
* Kincón (1993). Nueva versión. Alfaguara.



Las mujeres no esperan

Hay mujeres que dan cierto asombro: ¿sombrean o sobran? Pavese, que se mató llamando a un montón de chicas, alcanzó a decir: Las mujeres son el pueblo alemán, el pueblo enemigo. Era italiano, y tenía eyaculación precoz: quiere decir que no tenía, como le dijo su mujer a Scott Fitzgerald –según narra, en París era una fiesta, Hemingway, a su modo de malos tiempos–, tanto instrumento.
También están las que buscan un hijo inteligente. Hay un chiste que viene completándose en el tiempo: una mujer se enamora del Che Guevara y llega por fin a su cama, o lo trae hasta la de ella. Entonces, dicen, le dice: “Ahora sacate la barba, dejá ese uniforme, olvidate, que ya estás conmigo”. Alguien agrega que ella grita: “¡y ponete los patines!”.
Está la madre de Sarmiento, para que el hijo escriba, mientras ella puntea un terrenito que hubo de dar a una patria. Están las madres, que siempre preguntan: “¿cómo estás?, ¿te pasó algo?” y, encima, recuerdan. Las mujeres, al fondo, buscan una voz, pero quieren un poema. Aquello de Mansilla: “Voilà el argentino sauvage, dijo esa condesa, y él le tiró a dos rosas puestas en el jardín”. Las rosas –lo ha dicho Juan Ramón Jiménez y lo ha repetido Beatriz Guido– mueren por delicadeza.
Las mujeres son de una suavidad que no tenemos los hombres que andamos buscando esa suavidad. Mejores o peores, nos esperan. Zelda Fitzgerald, la que humilló, según Hemingway, a su marido, que se llamó Fitzgerald por sí mismo, quemó un manicomio para morirse ella sola. ¿Lo habrá querido?
El otro día, un hombre encontró a una princesa india que se había olvidado de llevarse en la conquista. Le avisó que Borges, inevitable, había escrito: “Tenía los ojos asombrosos de grandes, el pelo renegrido y lacio, el cuerpo estricto. Era hija de federales como yo de unitarios. Esa antigua discordia de nuestras sangres...”. Ella, parada en la pradera o antigua pampa, puso esos ojos y declaró que no había tolderías.
Líneas –mujeres– que dan a un cacique que no está entorpecen el rumbo con el amor.

Pero en el pueblo un loco que vivía en una casilla chica, con la mujer, las hijas y el entenado, fue alcanzado por el cura, que lo casó. Los dos volvieron a ese ruidaje: “Al fin solos”, dijo él.

Después, lo llevaron preso. El comisario en persona lo interrogó:

–¿Casado?

–Sí.

–¿Con quién?

–Con una mujer.

–No va a ser con un hombre –cuentan que se enojó en ese tono el comisario.

–También he visto –dijo el que contestaba.

–¿A quién?

–A mi hermana.

Sobre eso, una cortina. Por ahí, Fellini en Amarcord: “Voglio una donna”, dice un hombre, debajo de un árbol. O la mujer es ese barco espantoso que pasó. O la mujer es la que van a enterrar a su tierra en La nave va. O la mujer es la que vuelve pero se va –en Ginger y Fred– mientras Mastroianni se queda entre torpezas, dejándola ir.
En otro rincón, el tango está por pedirles perdón a las mujeres, pero se arrepiente a tiempo. Les promete un destino y se los saquea. Alguien, en esta redacción donde redacto, dijo: Dalmiro Sáenz. El escribió, hace tiempo, que no se puede escribir sobre las mujeres, a menos que uno esté sobre ellas. Eso no quiere decir en contra, dirá: arrimate.

Safo mira desde otro lugar. Siempre piensa, desde la isla, en el que pasó por el medio. Aquel que viene de batalla de mujer, se acuerda. Sacar y poner no es el final.
Una vez, en un prostíbulo de Perú, con la izquierda al Pacífico –los quilombos del Perú eran un galpón con un bar en el medio, desde el que había que atravesar el desierto hasta las piezas—, pasó esto: una medio petisa, asombrada por la plata, llevó a un hombre por una galería. Ese señor no pudo moverse, ridículamente, arriba de su oscura pregunta. Salió, y otra lo esperaba por si acaso: era, tal vez, menos triste.

Pregunta: ¿La selvática le arrancó el polvo?

Se confesó que no. Ella ya decía.

–Entonces no tenía que pagar. Venga, yo se lo arranco.

Iba a pagar otra vez. Decidió hacerlo. Se acordó de algo de antes.

También asedia la memoria de Valparaíso, en tiempos en que Neruda fue candidateado a presidente, pero ya había escrito: desde el fondo de ti y arrodillado, un niño triste como yo nos mira. Allá, en la intrincada madera de esa ciudad fundada por piratas, en otro prostíbulo, se vio a esa mujer. Tenía el pelo largo. Cuando entró a la pieza, con el hombre en la cama, usó esta manera:

–Yo, sin peluca, no duermo.

Sorprendió.

En la noche, más antes, había recitado un poema de Neruda. A la mañana el hombre fue despertado por un enano, que sirvió el desayuno. Tomaron el colectivo. Hacía un frío que daba vergüenza. Iban para Viña del Mar. Ella le pidió por qué no la llevaba a ver a Neruda y Neruda, después, le preguntó por qué no la había traído.

El hombre al que Neruda le había hablado tuvo que hacerse esa pregunta. En esta columna, las mujeres, parece, están enfrente. No será para tanto: tenemos que encontrarnos.

Tal vez, a veces, deba ser en un lugar neutral.

Nosotros, los hombres, las queremos. Pero no nos pongan los patines porque el parquet ya estaba limpio.

Dos líneas más para decirles: entren en el recuerdo.

Amanece, o amaina.

Falta una línea más. Debe ser una cosa personal.



Este texto pertenece a Al mar y otros cuentos (Sudamericana, 2003), el libro en el que se reunieron los relatos publicados en Página/12 por Miguel Briante, de cuya muerte el lunes se cumplieron 15 años.

Maceta pintada por Cristina Villanueva- Bueos Aires




Filigrana blanca : una niña o muñeca o pintura habla, no sé si consigo entenderla. Desde su maceta, en el blanco banco que juega a los vacíos con el aire, las hojas le salen como pensamientos, dice algo acerca de la vida y la belleza.Me gusta que esté en casa como una búsqueda quieta.Le saqué una foto por temor a que un día se rompa.No la podría recuperar, muerto el que la pintó y el que la ideó, ella y yo frágiles, todavía creamos climas.O es ella la que viene del mundo de los sueños y yo sólo me abrazo a la íntima calidez de su barro ¿Por qué ahora que estoy sola temo por esta.sobreviviente de una casa con niños y perros, le saco la foto, le escribo?.A lo mejor porque ahora, recién ahora, creo que debe ser verdad ese asunto de la muerte.Es que entre ladridos, gritos, llantos y risas, solamente se vive, no se piensa en la vida ni en la muerte...

Gracias, Cris.

Antígona en la esquina de mi casa por Cristina Pailos






Fue un domingo gris plomo en agosto de 1982. El frío era tan intenso que dolía y acentuaba la tristeza y rabia de tantos años. La ciudad parecía el patio de un penal. Muy poca gente en la calle y casi todas las persianas de los edificios permanecían bajas
La Guerra de Malvinas había terminado en junio y las banderas argentinas que habían ondeado en los balcones, se veía ahora sucias, enganchadas y solas Antes de cruzar la calle para ir al quiosco de la esquina me senté en un banco de la plaza seca , esas playas creadas por los urbanistas de la dictadura sin flores ni césped y bancos muy separados unos de otros para evitar que se rompiera aquello de que “el silencio es salud”, supongo. Seguí mirando las banderas hechas jirones por un rato. Quizás los habitantes de los edificios querían olvidar los accesos de patriotismo o nacionalismo espasmódico de los días de guerra cuando los medios repetían “estamos ganando” y ahora no las querían ni ver. ¡Que loco! como se dice ahora. Y así, se sumaba ahora otra generación perdida.
Pero fue la brabuconada final. El gobierno se debilitó y la voz de las Madres reverberaba con más potencia en todo el país. Algunas reclamaban la aparición con vida de sus hijos y otras, querían que se desenterraran las tumbas de los N.N que poblaban los cementerios. Entonces se ignoraba que los cadáveres podrían estar en cualquier parte, hasta en el fondo del río. Cualquiera fuera la posición de las madres, todas eran el coro de la tragedia.
Era casi mediodía y apuré el paso hacia el quiosco de la esquina antes de que cerraran. Un sol muy tenue parecía abrirse paso entre los nubarrones de frío pero no llegaba a calentar.
Siempre iba al quiosco de la griega con rechazo. Esa mujer grandota y autoritaria, de mirada hostil y desconfiada. Jamás una palabra amable. Todos los días una se sentía desconocida. Siempre seguía a los clientes con la mirada como si sólo esperara que la estafaran con el dinero o pudieran intentar llevarse algo del desordenado mostrador o por qué su presencia intimidaba de aquel modo. Lamentablemente era el quiosco más cercano y por eso el vecindario la aguantaba. Admito que alguna vez creí descubrir un esbozo de ternura y misterio en su mirada que me confundieron pero de inmediato me corregía: mejor no enternecerse con desconocidos tan raros. Por algo nadie la quería y ella no parecía conmoverse por nadie.
Al transponer la puerta, encontré lo que nunca hubiera esperado. Ella hablaba y hablaba y tres o cuatro clientes la escuchaban muy animados y cuando podían intercalaban algún comentario, porque ella no paraba nunca. Era la griega transfigurada.
Después de años y años estaba escuchando las voces espontáneas y sencillas de la calle comentando la situación del país ,criticando a la Junta, vomitando sensaciones de sangre y dolor.. No lo podía creer. Justamente ella. Nunca le pude expresar a la griega mi agradecimiento. Me había devuelto la imagen de seres humanos, no de zombis y ahora con un gesto me estaba incluyendo en esa especie de ágora en que se había convertido el boliche. Escuché sin interrumpir. Era fascinante
- Es una realidad de mierda. Todo el país sometido a hijos de puta que pueden hacer lo que quieran con la vida y el pensamiento de la gente. La pucha que es pesado vivir desconfiando porque nos transformando en ovejas o delatores. Que se yo…mierda.
Y mientras más se enfurecía, más fluían las malas palabras. Por momentos sus ojos se humedecían, asomaba una sonrisa tierna y se volvía a endurecer. Alzaba su mirada hacia lo alto clamando justicia en actitud entre religiosa y teatral pero seguía.
-Esto de las madres desesperadas queriendo desenterrar cadáveres para ver si entre ellos están sus hijos es muy doloroso y me hace recordar a una obra de teatro que vi en Grecia, mi país, en uno de los viajes que hice. Fui con una sobrina a uno de esos teatros viejos, viejísimos que hay allá, y bastante rotos, la verdad sea dicha.
La obra era sobre algo que pasó hace mucho tiempo en mi país. Una chica estaba desesperada por enterrar a su hermano, que había participado en una guerra, que se yo, pero que el dictador de mierda que gobernaba entonces no quería. Era un hijo de puta como estos generales que tenemos aquí. Quería que se pudriera al sol. ¡Que valiente esa chica! A ella no le importó que la castigaran ¡Como me gustaría que ustedes pudieran ver esa obra! No me acuerdo como se llamaba pero no creo que aquí la den. ¡Pobre chica! ¡Cómo lloré! Su hermana era una cagona que trataba de desanimarla pero la chica no se dejó influir. Y tenía razón porque para nosotros, por la religión ortodoxa tenemos la obligación de enterrar a nuestros muertos.
La griega no tenía noticias de que había hecho aparecer a Antígona en una versión espontánea fantástica. Una verdadera epifanía para tiempos de tragedia. Yo estaba muda y apasionada escuchando su relato.
– La valentía es la misma, sólo que la chica de la obra que les cuento quería enterrar y las madres de Plaza de Mayo quieren desenterrar
o que les devuelvan sus hijos con vida, y la hijaéputez de los mandamás también es la misma.¡Por qué tienen que suceder estas desgracias en todas partes y en todos los tiempos! porque eso que se mostraba en la obra de teatro ocurrió de verdad en mi país.
Y cuando el corrillo se estaba disolviendo, agregó: Como griega me emputece tener entre nosotros a un descendiente de paisanos que salió monstruo: el mierda de Cristino Nicolaides.. Tienen que pagar por lo que han hecho.

*Cristino Nicolaides fue Jefe del Ejército e integrante de la cuarta Junta entre 1982 y 1983

Cristina Pailos, luego de varios años porteños reside nuevamente en Mar del Plata.


Gracias Cris por este aporte para el blog. Compartiendo la Utopía,

Silvia

El Bastón por Silvia Loustau



Aquella mañana el frió le congeló el rostro. Respiro de manera entrecortada, sintiendo que los bronquios se comprimían ante el ramalazo helado. Apuró el paso, acomodó la manija del bolso y se arrebujó con un movimiento de los hombros. Sobre la vereda iban quedando las últimas hilachas de sueño. Calculó que faltarían tres o cuatro minutos para que pasara el micro.
Miró el cielo, una sombra de luna transparente se iba diluyendo . Parece plena noche y son las seis y media, pensó la mujer, bajando la mirada. Entonces lo vio. Allí estaba el hombre. Es la tercer mañana – susurró a la vez que sus pasos se hicieron más lentos.
Allí estaba. Media cuadra antes de la parada. Un hombre de sobretodo oscuro. Largo. Con amplias solapas, levantadas para cubrirse del aire gélido. O para taparse el rostro, sospechó la mujer. Parado ahí. En la entrada de una casa de departamentos. Como esperando a dar otro paso. Al acercarse ella iba observando otros detalles. Anteojos oscuros. Entre los anteojos y las solapas el rostro era un misterio. El pelo entrecano. Peinado con excesiva prolijidad. Estaba muy cerca del hombre cuando un detalle la paralizó: el bastón. La asaltaron historias detectivescas en la que los bastones escondían filosas dagas. Los latidos de su corazón la ensordecían .
Pasó frente a él con el deseo de ser invisible y temor de perder el ómnibus al que vio doblar en la esquina. Trató de correr y odió sus zapatos de gruesa suela de goma, tan silenciosos que dejaban oír el más leve crujido de una leve hoja. Entonces escuchó los pasos. Lentos .Pesados. Parsimoniosos pasos del hombre. Cruzar la calle, se le ocurrió a la mujer, cruzar y colgarse rápido del colectivo que ya estaba llegando. Y un tac-tac, otro paso, como un reloj mortal.
El frío y el terror eran dos garras atenazando su garganta.
Cuando apoyó un pie en el estribo temió que un ataque de asma le encarcelara el aliento. Alguien le cedió el primer asiento. Entonces, sintiéndose a salvo, miró por la ventanilla y un blanco resplandor le hirió las retinas. El brillo del bastón del ciego, que contrastaba su sobretodo negro, con el guardapolvo blanco del niño que lo ayudaba a cruzar la calle.■

Taller de Escritura Creativa-Poesía y Narrativa- Lectura y Análisis de textos

Dictado por Silvia Loustau

El valor de la palabra. Poesía y Narrativa –Creación personal- Técnicas de corrección de estilo- Selección y análisis de textos.
Movimientos literarios comparados con otras artes.
Grupos reducidos o personalizados - Amplitud horaria.
Corrección de textos – Guía en trabajos de investigación.

También Taller a distancia vía Internet

Interesados comunicarse al TE:(0223) 495-8538
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