Gustavo Ortiz reside en Mar del Plata. Abocado a la narrativa, actualmente prepara su novela “El árbol más oscuro”. Ha publicado en distintos medios gráficos de la ciudad y en Miami.-
Consiguió un herrero y le mandó hacer una reja para el frente de la casa. Pero no bastaba; podían saltar por la medianera. Mandó a hacer otra para tener cubierto el lateral. Pero podían violar la cerradura de la puerta de calle. Compró una alarma con sensor de movimiento .Pero se podía olvidar de activarla al salir. Consiguió dos rottweiler que salpicaba de baba a quien pasara por ahí. Pero los podían envenenar .Instaló un cerrojo electrónico en la puerta de entrada, más un portero eléctrico con visor .Pero podían esperarlo en la esquina y meterse con él a punta de pistola cuando bajara del auto. Instaló un sistema de mando a control remoto para el portón del garage. Pero podían haberse metido en el auto antes que él. cambió la alarma del vehiculo por otra más sofisticada. Pero podrían ser los mismos que se la vendieron, o conocidos de ellos. Se compró un treinta y ocho y lo guardó en el cajón de los cubiertos. Pero si entraban, entrarían por el living. Lo escondió debajo de uno de los almohadones del sofá .Pero también estaba la ventana del baño en la planta alta. Lo dejó adentro del vanitory, al lado de la espuma de afeitar. Pero quedaban el quincho y la pileta desprotegidos. LO `puso sobre la mesa de tablones y caballetes .Pero se podía trabar el mecanismo al gatillas. No, porque compró lo mejor que hay en plaza. Era lo mejor pero tal vez las balas no. Las balas eran de excelente calidad. Como sabía si jamás disparó un solo tiro. Gatillo, la bala recorrió impecable todo el cañón del treinta y ocho y le rompió el cráneo. Ahora si.
Gustavo Ortiz
2 comentarios:
Gustavo, excelente relato. Uno sientebla paranoia del personaje.Un abrazo,
Silvia
Buen relato Gustavo; atrapa.
Un abrazo
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