Silvia Loustau
El hombre que se jubila
Es indiscutible que el nuestros es un país de vagos e inútiles, de aspirantes a covachuelistas, y de individuos que se pasarían la existencia en una hamaca paraguaya, pues este fenómeno se observa claramente en los comentarios que todas las personas hacen, cuando un joven está empleado.
_Ah, tiene un buen puesto. Se jubilará.
A nadie le preocupa si el zángano de marras hará o no fortuna. Lo que le preocupa es esto: que se jubile.
De allí el prestigio que tienen en las familias los llamados empleados públicos.
Días pasados oía este comentario de boca de una señora:
-_Cuando una chica tiene un novio que es empleado de banco, es mejor que si tuviera un cheque de cien mil pesos.
Es que todo el mundo piensa en la jubilación y eso es lo que hace que el empleado de banco, o todo empleado con jubilación segura, sea el artículo más codiciado por las familias que tienen menores matrimoniables.
Y tanto se ha exagerado esto, que la jubilación ha llegado a constituir casi un título de nobleza leguleya. No hay chupatintas ni ensuciapapeles que no se crea un genio, porque después de haberse pasado veinticinco años haciendo rayas en un librote lo jubilarán.
Y las primeras en exagerar los méritos del futuro jubilado, son las familias, las chicas que quieren casarse y los padres que se las quieren sacar de encima cuanto antes.
Roberto Arlt
1 comentario:
Hola, Silvia, aquí me tienes, recorriendo este espacio de literatura selecta, gratificándome en cada texto y prometiendo volver.
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