8 de agosto de 2009

Cartas...cartas ...cartas...


Carta de amor de Rosa de Luxemburgo a León Jogiches

En octubre de octubre de 1917 comenzó la Revolución Rusa. Basándose en las teorías de Karl Marx, Vladimir Lenin encabezó en esta fecha la primera revolución comunista del siglo XX, adoptó como régimen político la República Federal Socialista y Soviética Rusa y expropió a los terratenientes de sus tierras y las repartió entre los campesinos. Las empresas pasaron a ser propiedad del estado, bajo el control de los mismos trabajadores. La Revolución de Octubre -el acontecimiento político, económico y social más importante del siglo XX- tuvo lugar el 7 de noviembre de 1917 de nuestro calendario. Sucede que al momento de la revuelta, Rusia aún se regía por el calendario juliano, mientras que la mayoría de los países occidentales, se regían por el calendario gregoriano. Para recordar este episodio, quiero compartir algunas de las cartas escritas por Rosa de Luxemburgo, una teórica marxista nacida en Polonia, donde expresa sus pasiones, miedos, sufrimientos y dudas sobre el amor, sus ideas y sus compromisos políticos. Pocas mujeres escribieron cartas de amor tan apasionadas y de tanta calidad literaria como Rosa Luxemburgo. Se podrían citar las de la monja portuguesa María Aljofarado. Pero lo singular es que tanta ternura, tanta pasión, provienen de una de las agitadoras más lúcidas, de una de las personalidades más fuertes del movimiento proletariado del siglo XX. En la rrespondencia con León Jogiches, su enamorado desde 1893 hasta 1906, aparecen esos dos aspectos de su carácter.
Nacida el 5 de marzo de 1870, Rosa Luxemburgo conoció a Jogiches en 1890 durante una breve estada en Zurich. El joven revolucionario, nacido en Vilno, en el seno de una familia judía muy próspera, desde joven se comprometió en la acción. Para no entrar en el Ejército se fuga a Suiza donde conoce a Rosa .La relacion comienza en 1891. En Polonia se considera a Rosa una de las fundadoras del Movimiento Obrero. El miento clandestino en el que están comprometidos los dos enamorados los mantiene constantemente lejos el uno del otro. Rosa debe viajar de Zurich a Berlín, de Berlín a París o Varsovia. Son fugaces los momentos para convivir con su amada: ambos estudian, escriben: en 1897 Rosa recibirá su doctorado de Ciencias Políticas con notas excelentes. Poco tiempo después, lo hará León. De tanto en tanto, en las cartas estalla un grito de amor, la necesidad de estar juntos en cualquier lugar.


Paris, 5 de abril de 1894

Aquí estoy, en casa, sentada a mi mesa y obligándome a trabajar en la proclama. ¡Querido mío! ¡No tengo ganas! La cabeza me duele y me pesa, ese ruido, ese rodar horrible en la calle, esta pieza abominable… ¡Quiero estar contigo, no puedo más! Piensa, todavía dos semanas por lo menos, porque este domingo no puedo preparar la conferencia a causa de la proclama; debo entonces esperar hasta el domingo siguiente. Luego, la conferencia rusa y, más tarde, la visita a lo de Lavrov.
Querido, ¿cuándo terminará esto? Empiezo a perder la paciencia, no se trata del trabajo, sino únicamente de ti. ¿Por qué no has venido aquí, a reunirte conmigo? Si te tuviera conmigo, ningún trabajo me daría miedo. Hoy, en lo de Adolfo, en medio de la conversación y de los preparativos de la proclama, de golpe sentí en mi alma tal fatiga y tal nostalgia de ti que casi grité en voz alta. Tengo miedo de que el antiguo demonio (el de Ginebra y Berna) salte de pronto en mi corazón y me conduzca a la estación del Este.Para consolarme, imagino el momento en que la locomotora silbará, en que diré adiós a Jadzia y a Adolfo, en que, al fin, el tren se mueva, el momento en que iré a reunirme contigo. ¡Ah, Dios mío, me parece que toda la cadena de los Alpes se extiende entre ese instante y yo!
Querido! ¡Cuando esté cerca de Zurich, cuando tú me esperes, cuando descienda, por fin, del vagón y corra hacia la salida, estarás en la puerta, en medio del bullicio, y no tendrás el derecho de acudir hacia mí, pero yo volaré hasta ti!
Pero no nos besaremos tan pronto, ni nada, porque eso lo estropearía todo, no expresaría nada, pero nada. Solamente nos apuraremos a volver a casa, y nos miraremos, y nos sonreiremos. En casa nos sentaremos en el sofá, y nos apretaremos el uno contra el otro, y me fundiré en lágrimas como en este momento.¡Querido! ¡Ya tengo bastante; quiero que esto termine lo antes posible! ¡Mi amor, no puedo más! Por desgracia, temiendo una pesquisa, he destruido tus cartas y ya no tengo nada con que consolarme.
¡Si supieras cómo escribes en polaco! ¡Espera que tu mujer te gruña, ya verás! Seguramente estarás enojado, en toda tu carta no hay una sola palabra sobre “los asuntos”.
Para consolarte, agregaré algunas palabras sobre “los asuntos”. Tu proclama me gusta mucho, con excepción de algunas pequeñas expresiones. Si ese delator verdaderamente está en Zurich, intenta verlo; extirparle ese maldito número de La causa obrera es muy fácil.
¿Es que Wladyslaw Henrich no avisará telegráficamente los resultados?
Viernes. Recibí dinero, los libros y las cartas. Trabajo en la proclama. Vela por ti y escribe.Envíame las tarifas del Ateneum (mensuario de literatura de Varsovia) y los recortes que tenía Janek Bielecki.

Rosa

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Una emoción volver a leer las Cartas de Rosa.símobolo de su époco, de nuestra época un arquetipo a imitar. Un abrazo,

Susana Strauss

Anónimo dijo...

Es bueno recordar, en estos tiempos, a idealistas como Rosa L..Un saludo


Ines

Anónimo dijo...

¡ Qué emoción volver a lecturas de la juventud y de personas de esta talla!
Gracias
Stella Maris