Un hombre va al trabajo
Un hombre va al trabajo
con una chaqueta liviana y una camisa
gastada, celeste, a rayas
camina bajo el temporal
hunde sus botines de caza
con el opaco gesto que guardó desde su infancia
la lluvia equivale a su elogio de lágrimas
y esa pobre vieja torpe
-es lo que piensa mirando adelante
un brazo sobre el corazón cubriendo su camisa-
y es pobre vieja torpe
es tu madre
el sitio donde te transfiguraste…
Cuando llego a la escuela industrial
donde vigilo la sangre de los niños
las secretarias me miran con piedad
(con ese amor destinado al que perdió su vida
y no lo sabe
al que perdió su vida y lo sabe)
y me prestan un peine y una toalla rota
esa misma en donde limpian sus aguas
de tintas y restas…
Estoy conforme
no quiero que nadie me de nada
sólo abran las puertas del Infierno
y caminaré hasta las pezuñas de oro
mojado por la memorias de la eternidad
ando pegado a la pared
para evitar la ceguera de los autos
una puerta se abre
y veo
los tormentos de un ambiente apacible
mujeres con mirada de taza
adolescentes rizados por la lluvia
el padre desnudo en su piloto
en esta situación animal descubro mi inocencia
madre
la ropa que me diste
ya la gastó tu hijo
comprando tu silencio
mirame ahora como siempre
soy ese hombre que camina bajo la lluvia
pensando en tantas cosas
Bandera
Ciegos de tiza
en su jazmín del país
en sus lastimaduras
ven pasar la infancia afuera
(el río, las impronunciables llanuras, los rasgos de una piedad desnuda)
conversaciones
el frío
y pronto
algunos momentos de silencio
en la segunda fila un chico gira
y me contempla
¿qué hago yo?
¿qué hago entre estas formaciones?
alguien saluda como un lobo de mercería
el cielo permite que la bandera sea distinta
a toda mutación de luz
a los tordos que vuelven a su plaza
un ángel tapa la mano de los desamparados
cubre la cabeza que se heló temprano apenas
por el mundo
el ángel va rápido
huye del dios de las prisiones
en esos patios
y para siempre
el paño que tacha
los majestuosos crepúsculos
no es la patria.
Profesor
Allí está
el ciego dios de los caniches
el mandadero del silencio
el dador de números
permanece al frente
con su gramática
su física
y la apretada flor
de un chiste malo
nadie vendrá a consultarle
si es posible
aprobar, aplazar
aquello que se ignora
ciertas miradas
el tiempo
la tristeza de todo
pasado un año
dos
su pose, su error, su libro
serán la torpe firma
que alguien raspa en los baños
y el sol brillará allí
ignorante
sobre los niños condenados.
1 comentario:
impecable selección, silvia. estos poemas, directos, realistas, sensibles, pertenecen al libro "Escuela industrial" que tuve el honor de presentar precisamente en la escuela "Domingo F: Sarmiento", donde trabaja alejandro, gran y querido poeta, un hacedor de la palabra literaria que rompe todos los silencios. un abrazo. susana zazzetti.
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