24 de junio de 2008

Narrativa Elsa Jana

Al son del Carruaje

Ante la recomendación, Sara salió en busca del profesor de piano y regresó con él a casa. Dijo: -Papa, vamos a tu sillón-, y la escuché tomar el trinchante de hierro y acomodar los leños en la chimenea. De inmediato, el pshik pshik de la pala en la piedra; el crepitar de algunas chispas y el aroma del humo que, al decir de mi hija, olía a las canas de la abuela. Enseguida, me abrigó con la manta de mi madre cuyo cabello ceniza no me fue dado ver.Presté atención al entorno. Los pies descalzos de Sara iban y venían presurosos por las alfombras. La bandeja metálica sonó al contacto con el mármol de la mesita a mi lado. Sentí el vapor del té cayendo en las tazas; el ácido del limón exprimido dentro, y la mano solícita acercándomelo luego de revolver el azúcar. A continuación, el pffff del almohadón hundiéndose, al sentarse sobre él en el piso, apoyando la espalda contra el sillón, junto a mis piernas. Tras el empieza, papá, el film me atrapó desde el inicio, con un caballo trotando sobre suelo de hojas secas que arrastraba un carruaje. Cada tanto, las riendas sacudidas sobre el lomo, le pedían no ralentar el paso; y de fondo, pájaros acallando trinos y grillos en inicio de cri-criii. Seguro que el sol enredaba los últimos destellos en las primeras sombras que se estiraban entre los árboles. Con suma lentitud, el piano comenzó a regodear mi corazón con el vaivén de un carruaje, acunándome.. Desperté con un dueto de voces en batalla y pude imaginar los cuatro ojos tensos, enfrentándose en miradas enconadas. Oí quebrarse la voz de uno de los tenores y tras la exclamación de sorpresa, suspiros contenidos. Sara se limpió la nariz y, al acariciarle el rostro, comprobé que lloraba; entonces guardé silencio por no quebrarle la emoción. Segundos después, estallaron aplausos entre murmullos y llantos que se apagaban en un silencio hondo, angustiándome. De nuevo el carruaje por el paisaje del comienzo con fondo de piano. Lo oí detenerse. Chirriaron las visagras y, por el clang del desenganche, supe que se abría la portezuela; dos pares de pies apuraron el paso sobre el crapsh crapsh de las hojas e ingresaron a algún lugar. Tras ellos, el solo de un reloj en ritmo pendular marcaba el rumor del viento... uno que coincidía con el que, por la ventana del living, elevaba la cortina de gasa hacia mi sillón. A destiempo con la voz femenina en canto de jilguero que se apropiaba del entorno, tomándome de la mano, Sara me ofrecía otro té.






Elsa Jana (Israel)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Silvia: sabés que siempre te leo y te dejo comentarios. Tu trabajo es
constante y fructífero. Nos acercás a materiales excelentes, lo que nuevamente agradezco y me alegra encontrar. Te abraza, Laura Beatriz Chiesa.
Agradezco tus comentarios hacia mí.

Avesdelcielo dijo...

Espectacular trabajo onomatopéyico en una trama narrativa que maravilla.¡Pla, pla! ( aplausos ).
MARITA RAGOZZA