12 de diciembre de 2009

No olvidarás... a 70 años del fin de la Guerra Civil Española


Testimonios de la Guerra Civil Española


Recuerdos por Harmonie Botella Chaves


Harmonie Botella, profesora agregada de francés, publicó su primer libro: Ojos que no Ven, en 2002. Su segundo libro: Otros Caminos, prologado por Enrique Cerdán Tato, es una abanico de cuentos y poesías. Más tarde, en 2005, publica una serie de retratos de mujer en su obra: Algunas Mujeres (Ed. Celya). En el 2006, escribe unos cuentos infantiles: Cuentos para Rubén y Malena (Ed. El Taller del Poeta) a beneficio de la ONG Pequeños Príncipes. Ha participado en diferentes antologías: Mucho Cuento (Ed. Tucumán), Relatos urbanos (Ed. Ecu), Voces de Periferia (Ed. Belgeuse)... Además de sus cuatro libros, Harmonie tiene varios artículos, cuentos y poesías publicados en diferentes revistas y periódicos: Le Français dans le monde, Pacomova, Voces, Baquiana, Webalia, El Celador, Mucho Cuento (Ed. Tucumán), Club de Libros, Mecenas, Frutos del Tiempo, Xaloc, Cervantes Virtual, Auca, The Big Times, Destiempo, Mundo Cultural Hispano, Perito... Colabora con algunos periódicos: La Illeta, Vega media Press... Actualmente, es presidenta de la Asociación de Nuevos Escritores de El Campello (Anuesca), miembro de la Asociación Española de Escritores y Artistas de Alicante, de Poetas del Mundo, Poetas por la Paz, colabora con la comisión cívica de Alicante, dirige la revista literaria: Xaloc

Mi abuela murió en Marzo del dos mil. África Benitez se llevó con ella los recuerdos de su marido, el anarquista José Chaves Almagro, y los de toda esta pobre gente que murió en los campos de trabajo de Argelia o la que nunca pudo volver a España.
Al huir de Andalucía, después de la guerra civil, se les atribuyeron a mis abuelos crímenes perpetrados en Ronda. Para los que tuvieron la suerte o la desgracia de quedarse en su tierra era mucho mejor que fuesen condenados a muerte los que no estaban, los que habían podido refugiarse en otro país para escapar del trágico destino que les esperaba en cada instante, en cada lugar.
Los primos y tíos de mi abuelo no pudieron marcharse, ni vivir en Andalucía. Por despedirse de mi abuelo fueron fusilados.
Mis pobres abuelos no mataron ni a una mosca y mucho menos a ningún cura, a pesar de los rumores, o verdades, que corrían sobre los anarquistas.
A raíz de los escasos datos que me dio mi madre, hará ya varios meses, empecé a dirigirme a diversas asociaciones, archivos, bibliotecas para reconstruir un espacio de tiempo que no aparecía en ningún manual de textos, en ningún programa de televisión. El exilio, los campos de trabajo en Argelia no existían. Era como si una mano negra les hubiera borrado del mapa.
Hablé con varias personas mayores, de estos buques que salieron de Alicante el veintinueve y treinta de Marzo de mil novecientos treinta y nueve, con destino a Méjico, y fueron desviados hacia Argelia por la flota francesa. La mayoría desconocía el hecho. Los otros me comentaron que en esos barcos huyeron los asesinos de guerra, los pudientes, los ladrones con las joyas y oro que habían robado.
Mi familia materna no recuerda ni asesinos, ni ladrones. Era una familia corriente que en mil novecientos treinta y seis vivía en una casa de Ronda. Mi madre recuerda sus juguetes, una habitación muy grande , que debía ser la sala común o salón, y al final de la casa una cuarto negro donde sus padres colgaban el jamón, una cocina muy clara que daba a una calle llena de alegría y de ruidos. Todas las habitaciones tenían unos barrotes al igual que las de las otras casas.
Volvimos a ver esta casa, unos treinta años después. No tenía ningún parecido a la de los recuerdos de mi madre…era y es actualmente un bar.
Mi madre me contó que a principios del treinta y seis los fascistas empezaron a buscar a mi abuelo para detenerlo ya que solía reunirse con un grupo de anarquistas. Fue encarcelado durante meses en Santa-Maria. Cuando volvió a Ronda coincidió con las manifestaciones de la Calle de la Bola contra los fascistas. Estos últimos aprovecharon la presencia de mi abuelo para acusarle de haber matado a seis curas en el puente del Tajo (olvidaron los fascistas que cuando murieron dichos curas, mi abuelo estaba aún entre rejas…)
Pero mi abuelo era un personaje que urgía detener y fusilar: tenía la responsabilidad del tesoro de los anarquistas de la región ….y le tocaba a mi abuela esconder el botín.
Antes de marcharse entregaron el tesoro a la C. N .T porque mi abuelo estaba seguro que lo arrestarían enseguida y lo fusilarían. Cuando salieron de España, sólo pudieron llevarse consigo la bandera negra y roja , bordada con letras blancas de la C. N. T que mi abuela tuvo que transformar posteriormente en ropa interior para no ser detenida .
No pudieron llevarse nada más que una miserable maleta de ropa… que perdieron o les robaron durante el camino.
No eran ricos y no tenían ni una maldita joya que pudiesen cancelar contra un poco de comida…como hicieron otros.
Estalló la guerra y se escaparon. Anduvieron ocho días y ocho noches. Bebieron agua de las acequias y comieron lo que les daban los milicianos. Sufrieron los bombardeos por un lado (los barcos) y por otro (los aviones). Todo era un estallido infernal y mortal. Los niños gritaban y lloraban solos por la carretera, sin padres, sin hermanos, sin entender lo que ocurría.
En Almería, los bombardeos iluminaban la noche. Era el cataclismo final.
Arrastrándose por esos senderos cogieron sarna y mi abuela tuvo que frotarles la piel hasta que sangraran.
Por fin, llegaron a Alicante. Una tregua en su huida hacia la libertad.
Empezaron a ”vivir” en unas cuevas del barrio de San Gabriel hasta que pudiesen alojarse en una casita. En el setenta y seis o setenta y siete, dando una vuelta por el barrio de San Gabriel, mi madre nos comentó tener un recuerdo muy agudo de una bomba que estalló cerca de la casa donde se alojaban… Y unos segundos después llegamos hasta el hueco dejado en la tierra por el artefacto… cuarenta años más tarde. Al lado de la profunda huella dejada en la tierra se encontraba la casa donde habían vivido. Estaba intacta… pero también transformada en bar. Hablamos con la dueña del establecimiento y después de explicarle lo relatado anteriormente… sacó unos recibos de luz del año setenta y seis que se seguían pagando aún a nombre de mi abuelo.
Aunque parezca inverosímil la historia va dejando su huella y nos permite remontar hasta acontecimientos lejanos.
Gracias al empleo que consiguió mi abuelo, era conductor de ferrocarriles, pudieron empezar a comer de nuevo y llevar una vida normal, dentro de la anormalidad de la guerra. En el treinta y nueve mi madre tenía casi diez años y recuerda muy bien que dieron permiso el ventinueve de Marzo a los mujeres y a los niños para embarcar en el Africa –Trade. Separaron a las familias.
Mi madre siempre creyó que mi abuelo salió de Alicante a los quince días, pero rebuscando en los libros de la biblioteca Gabriel Miró, constaté que los franquistas tomaron el poder el 30 de marzo, fecha en que partió el último barco, el Stanbook, donde iba embarcado mi abuelo.
Las mujeres y los niños salieron hacía Argelia… y los hombres quedaron en el embarcadero.
Desembarcaron en Ténès ya que en Oran las autoridades no les dejaron bajar. Fueron primero encarcelados por los gendarmes como si fuesen criminales … Después de una revisión medica, donde se les desparasitó (para eliminar los piojos y otros animalitos de compañía semejantes) y se les mandó a los campos de refugiados.
En unos barracones vivían varias familias. Dormían sobre la paja…y estaban vigilados por unos senegaleses y sus pesados fusiles. De vez en cuando, sin ton ni son, daban una orden y los mandaban a otro campo de refugiados, a otro barracón.
Las mujeres no trabajaban pero tenían la obligación de tejer para los militares franceses que combatían contra los alemanes. Fue así como mi madre con diez años de edad aprendió a hacer punto… y a ganarse la vida. Por cada prenda, los franceses regalaban un ovillo de lana a las mujeres.
Por fin en mil novecientos cuarenta, los refugiados fueron liberados y mandados a familias francesas de acogimiento que intentaron ayudarles. La Cruz-Roja dio noticias de los familiares que el exilio separó y mi abuela se enteró que su esposo estaba internado en Colombéchar y empezaron a escribirse. Supo que los refugiados de este campo estaban utilizados como mano de obra para construir la línea de ferrocarril: Mediterranea- Niger. Mi abuelo, al ser el conductor del tren, fue entrevistado por una periodista francesa y salió su foto en un periódico francés, ¿ pero cual?. ¿ Se hablaría en este articulo de las humillaciones, del sufrimiento moral y síquico de los exilados?
En Diciembre del cuarenta y siete, mis abuelos se marcharon a Marruecos como otros numerosos exilados. Allí mi madre conoció a mi padre y otra parte de la historia de estos españoles acogidos por uno y rechazados por otros.
Aprendió, por ejemplo, que el enfermero-mayor, Milán, escondía en su casa a la familia Vivas que guardó los archivos de los Españoles en Marruecos antes de que se les ayudara a huir hacia Venezuela.
El teniente coronel Mera, que ganó la batalla de Teruel, comía en casa de mis abuelos paternos (J. y M. Botella) y durante el resto del día y las noches se escondía en la terraza para que nadie lo descubriese.
En mil novecientos cincuenta y seis, un poco antes de la independencia, la familia Chaves tuvo que huir una última vez hacia Francia donde empezó de cero una y otra vez.
Cuando relato la historia de mis abuelos, recuerdo muchas veces los textos de Borges. La historia es un circulo. Las vidas son un circulo. Nací en Marruecos, me eduqué en Toulouse y vivo en la provincia de Alicante donde mis abuelos se escondieron durante casi tres años. Mi hija mayor, nació en Francia, se educó en Alicante y vive actualmente en Toulouse. Espero que mi hija pequeña que vio el día en Alicante no le dé por irse a vivir a Marruecos o a Argelia. A lo mejor se marcha a Ronda a vivir en la calla La Bola…
A partir de los recuerdos de mi madre investigué todo lo que estaba a mi alcance. Pocos comentarios sobre el tema. Seguí consultando otros estudios sobre el exilio y los campos de trabajo, No encontré nada que hiciera referencia al campo de Colombéchar donde mi abuelo estuvo recluido para construir la red del ferrocarril Mediterranea-Niger. Escapó de este campo el mismo día que entraron las tropas americanas y fue enseguida detenido por la policía francesa y encarcelado en Blida, donde mi madre iba todos los días a llevar la comida.
Ningún indicio tampoco del campo de refugiados de Ténés donde vivían mi abuela y sus hijos. Mi abuela solía contar que era la mas madrugadora de todas las mujeres, . Se levantaba muy pronto e intentaba buscar alguna flor para prenderla de su largo cabello.
Lo que estoy relatando no tiene, supongo ningún valor científico ni histórico. De momento solo pretendo dejar una constancia material de lo que nos transmitieron verbalmente mis abuelos, mi madre, mis tías, hasta que descubra algún estudio sobre este exilio en Africa del Norte.
Hace unos días, una gran amiga mía me puso en contacto con un señor mayor que salió de Alicante en el Stanbook y fue retenido en Colombéchar. Con mi abuelo.
Este señor que se llama Manuel Benavente me contó, que gracias al señor Llopís, de la Diputación de Alicante, embarcó en el Stanbook, cedido por Léon Bloum para ayudar a los socialistas y anarquistas a huir del fascismo.
Manuel Benavente me dijo que un amigo suyo, el general Moroto se negó a subirse en el buque y fue inmediatamente fusilado. Manuel, para no ser reconocido, tiró su documentación al mar, y a las once menos cuarto, se integró al grupo de todos estos españoles, al cual pertenecía mi abuelo. Creían alejarse de la pesadilla fascista e iban a integrarse mas adelante en la pesadilla del destierro, de los campos de trabajo forzoso.
El barco llegó a Oran y Manuel Benavente entendió que los militares lo dirigirían mas adelante hacía Boghari, el peor de los campos de Africa del Norte. Se hizo pasar por moribundo. Lo dejaron, pensando que su muerte era cercana.
Los Franceses creyeron que se recuperó por arte de magia. Como era un hombre culto, deportista, le encargaron varias tareas que le permitieron escapar de estos duros trabajos, de estos castigos corporales, de la humillación.
Por su don de palabra, su cultura, Manuel se ganó la confianza de la delegada de Pétain en los campos de trabajo. Le asignó varias tareas: una de ellas fue organizar una selección de fútbol española que ganó un partido contra Argelia.

Como Manuel se fue con lo puesto y poco a poco le invadieron los piojos, una mujer, Rosa Gardel le dio una chaqueta en la cual encontró, unas semanas después, una cajita, que contenía un sello de la Presidencia del Gobierno. La entregó a la C,N.T.
Algún tiempo después, el propietario de la chaqueta, un tal Paquito , le preguntó si no había encontrado algo en uno de los bolsillos. Manuel le contestó que no. Fue a partir de ese momento que entendió que el tal Paquito pasaba a los exilados de Oran a Marsella previo pago del papel y sello que les proporcionaba.
Benavente se incorporó en la segunda compañía de Colombéchar y trabajó en el hospital. Ahí, prometió a Vicente Manuel que compondría una obra para todos estos españoles que marcharon de España.
En mil novecientos cuarenta y uno, huyo con un compañero, Sala, y llegaron a Huerfa. Vestido como un árabe llegó a Ourda y contactó con el anarquista Sánchez. Durmieron en casa de una señora que se llamaba Brigida y entablaron relación con otro anarquista: Mera.
Como la historia da tantas vueltas me estoy preguntando si este Mera no podría ser el mismo que escondió mi abuelo paterno-Por fin, Manuel Benavente llegó también a Casablanca y se le pidió ayudar a los aliados y enemigos del fascismo ayudando a los heridos en el hospital. Cuando finalizó la segunda guerra mundial, Manuel Benavente dirigió el Comptoir Continental en Casablanca. Llegó la independencia y como muchos europeos se refugió en Francia.
De esta vida de miseria, de huida, de dolor, de recuerdos amargos dan constancia numerosos estudios y libros cuyos títulos he recopilado a lo largo de varios meses y conservo por si algún periodista o historiador desea transformar estos recuerdos en historia de la humanidad.
En uno de dichos estudios, en la revista Canelobre, del Instituto Gil-Albert de Alicante, he leído que después que el coronel Mera deje Argelia, desaparece su rastro, hasta que sea detenido en Casabalanca. Pues , señores historiadores, Mera, estaba escondido en Casablanca en casa de mis abuelos paternos.

Este hecho es también un recuerdo que al día de mañana se transformará en realidad.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Un testimonio conmovedor, para no olvidar de que somos capaces los hombres. Un saludo a la autora,



Alicia

Anónimo dijo...

Lo leí con mucha atención,emcionada pues me parecia escuchar la voz de mi abuela contando inmurebles veces hechos similares.
Felicitaciones por este blog, arte y memoria,


Nélida Vega

Anónimo dijo...

Muchas gracias por leer mi relato.
Harmonie Botella